Joven diseñadora transforma chatarra en codiciadas lámparas
Daniela Carvajal Leiva creó Convictus el 2017 con el objetivo de darle un uso a materiales metálicos desechados.
Ignacio Arriagada M.
La insatisfacción se transformó en un patrón en la vida laboral de Daniela Carvajal Leiva. Nunca se sintió cómoda trabajando como diseñadora industrial en startups ligadas a los ámbitos de la ingeniería y la tecnología. No le hacía sentido desempeñar su carrera profesional en esos rubros que producían materiales y desempeñaban servicios que dañaban al medioambiente y que, a su juicio, no tenían un compromiso con el bienestar social.
"Esta sensación partió el 2015, apenas egresé de la carrera y me puse a trabajar. En 2017 me quedé sin proyectos y yo no quería seguir en lo mismo, quería hacer algo diferente, algo con sentido, que aportara al medioambiente. En esa búsqueda se me vino un recuerdo que me llevó a la infancia, justo cuando iba al colegio. A todos mis amigos yo les hacía regalos con materiales reciclados. Una vez hasta hice una lámpara con una radiografía de rayos X. En ese recuerdo encontré lo que buscaba", rememora Daniela, de ahora 36 años.
Ese año en Chile estaba en tendencia la decoración industrial, que buscaba resaltar en los interiores los elementos estructurales y materiales inspirados en fábricas y almacenes. Ese contexto, reconoce Carvajal Leiva, la convencieron de diseñar y fabricar lámparas con tubos que siguieran ese estilo junto a su expareja. Ambos se trasladaron hasta la popular calle 10 de Julio, en Santiago. Mientras compraban esa pieza en una ferretería reflexionaron que esa no era la manera de adquirir la materia prima para el proyecto, sino que debían seguir la línea del reciclaje, de lo sustentable.
"A uno de los comerciantes le expliqué mi idea y me dijo que lo que yo necesitaba estaba en una chatarrería. Di con uno en La Pintana. Al entrar y ver todos los objetos, grandes y pequeños, supe que podía transformarlos en lámparas, que tenían potencial para convertirlos en objeto de decoración. Me llevé llantas de bicicleta, un batidor industrial, unas antiguas piolas y bocinas de auto y ollas y rejillas de ventiladores. Gasté veinte lucas", detalla la joven.
Producción
Un taladro y un esmeril fueron las primeras herramientas para iniciar el proyecto, mientras que el patio de la casa de los papás de ella se convirtió en el lugar de trabajo. Mientras perforaban los materiales, la diseñadora comprendió que hacer las lámparas no era tan sencillo como se veía. Cada chatarra tenía una forma diferente, por lo tanto, la capacidad de iluminación variaba. Lo mismo con el circuito eléctrico, que no iba a ser el mismo para todos. También se enteró de que existía una gran gama de ampolletas y soquetes. Afortunadamente, todas esas incógnitas y limitaciones fueron resueltas.
"En marzo de 2017 había terminado las primeras lámparas: con balones de gas refrigerante, de frascos de conserva, de colador, de sartén y una olla. Se las mostré a mis familiares y amigos y quedaron fascinados por lo novedoso. Eso me dio confianza para salir a venderlas. La primera vitrina fue la Fiesta de la Vendimia de Casablanca, en 2017. Fui con doce lámparas y, al llegar allá, me cuestioné todo, ya que la gente estaba probando vinos y comiendo, cero intención de comprar. Sin embargo, al rato se acercó la gente a consultar sobre cómo hacía las lámparas y de qué material eran. Cuando les respondía, no lo podían creer. Luego llegó un caballero y me compró dos unidades de una y luego otra persona me compró más. Al rato unas personas me pidieron unas con diseños particulares. Ahí me di cuenta de que esto estaba resultando", admite Daniela.
La popularidad de la pyme y las ventas en ferias de emprendedores y los pedidos fueron aumentando. Este escenario llevó a la joven a postular a recursos de Sercotec. Con el dinero recibido habilitó una página web, compró herramientas y equipos industriales.
En paralelo, su ida a las chatarrerías de la Región Metropolitana se hicieron más frecuentes para cumplir con la alta demanda. Asimismo formalizó la empresa, a la que llamó Convictus.
"Al 2020 gozábamos de un buen momento. Muchos pedidos, contratamos a más gente, habilitamos un taller en el patio de la casa de mi abuela. En eso, llegó la pandemia. La incertidumbre me inundó. La gente confinada y los negocios quebrando, era algo terrible. Igual seguí y, para sorpresa mía y del equipo, fue el mejor momento de la empresa. En 2021 y 2022 nos fue muy bien. La gente nos compró demasiado. Trabajábamos de lunes a lunes dándolo todo", sostiene.
Cuando la crisis sanitaria amainó, Convictus captó la atención de algunos medios de comunicación. Su modelo de negocio, circular y sustentable, además de la novedad de sus productos, recibió el reconocimiento de panelistas, expertos y columnistas. En esa línea, una publicación en la revista Vivienda y Decoración de El Mercurio desató la emoción de la profesional, al ser reconocida entre los 25 talentos de diseño y arquitectura.
Otro hito alcanzado por la pequeña empresa fue la de haber participado en el MJazz 2023, que se consagró como el primer evento 100% sustentable.
Respecto al cuidado del medioambiente, Convictus ha alcanzado en menos de una década una potente cifra: 14,5 toneladas de chatarra, proveniente de distintas chatarrerías de la Región Metropolitana, han sido reutilizadas para darle vida a sus codiciadas lámparas.
"Cada pedazo de metal oxidado, desechado y olvidado tiene el potencial de convertirse en una pieza única, capaz de deslumbrar a todos", dice con emoción la emprendedora.
"Cada pedazo de metal oxidado, desechado y olvidado tiene el potencial de convertirse en una pieza única, capaz de deslumbrar a todos.
Daniela Carvajal leiva, emprendedora