¿Realmente el uso de bótox altera la empatía de las personas?
Un estudio reveló cambios en regiones del cerebro ligadas a las emociones y al reconocimiento facial, tras su aplicación.
Natividad Espinoza R.
La toxina butolínica, más conocida como bótox por uno de sus nombres comerciales, tiene numerosos usos en la medicina, aunque hoy el más popular es el estético. Al inyectarla en los músculos faciales se produce una relajación de los mismos, lo que atenúa y elimina temporalmente las arrugas producidas por su contracción.
De un tiempo a esta parte, son cada vez más los chilenos que recurren a este tratamiento para combatir las líneas de expresión en la frente, entrecejo y también las llamadas "patas de gallo". Por eso, un estudio que circula recientemente ha encendido las alarmas en algunos usuarios.
De acuerdo con el trabajo, publicado en la revista Nature y liderado por Mitchell F. Brin del Departamento de Neurología de la Universidad de California (EE.UU.), el uso de toxina butolínica -al menos en el entrecejo- disminuiría la capacidad de las personas de empatizar con otras.
Los científicos a cargo de la investigación evaluaron las respuestas cerebrales de 10 mujeres ante imágenes de rostros sonrientes o enojados usando resonancia magnética dos veces: antes y después de recibir la inyección de toxina botulínica en la glabela, que es la región ubicada entre las cejas y por encima de la nariz.
De este modo, descubrieron que las inyecciones de bótox modificaban la actividad de la amígdala -parte del cerebro que procesa y almacena reacciones emocionales- frente a rostros felices y tristes, al igual que la del giro fusiforme -responsable del reconocimiento facial- en el caso de los rostros felices.
"Estos datos contribuyen a una creciente literatura que sugiere que la inhibición de la contracción del músculo glabelar altera la actividad neuronal para el procesamiento emocional", sostiene el estudio.
Pero, ¿por qué? Según la hipótesis de la retroalimentación facial, cuando se interactúa con una persona se reproducen inconscientemente sus expresiones, lo que ayuda a la empatía. Al impedir el normal movimiento de los músculos, el bótox afectaría ese proceso.
No es algo nuevo
La dra. Katherine Barría, dermatoestética de la Clínica Alemana, manifestó respecto del estudio que "no es que la toxina butolínica altere el cerebro de forma negativa".
En primer lugar, la profesional sostuvo que "la empatía no va porque uno frunza el ceño. En general, la empatía tiene más que ver con la expresión de la mirada".
Asimismo, Barría destacó que cuando las personas fruncen el ceño les llega al cerebro una señal negativa. "De hecho, y está publicado en revistas de psiquiatría, cuando la persona siempre tiene el ceño fruncido, tiene una señal de malestar, de depresión, como una señal negativa, mientras que cuando está relajado la señal es totalmente contraria: de bienestar, de buen ánimo. Entonces, al usuario de bótox le ayuda mucho para la parte anímica, que no tiene que ver con lo que refleja el espejo, sino que es a través de ese mecanismo neuronal".
Por otro lado, dijo la médica, "cuando los movimientos de los músculos empiezan a hacer vicios gesticulares, por ejemplo, cuando a una persona que está siempre frunciendo el ceño le empiezan a crecer esos músculos y empieza a quedarle marcada esa expresión, parece que estuviera siempre enojada. Empieza a haber una disociación entre cómo se siente la persona y lo que quiere expresar".
Para prevenir aquello, el bótox es para la doctora también una buena alternativa.