El método incansable que usa César Aira para escribir
El escritor argentino acaba de recibir el Premio Formentor, uno de los más importantes de Europa. Sus cercanos cuentan cómo lo hace para sostener una narrativa que ya cuenta con 107 libros publicados
Por Cristóbal Gaete
Una página diaria escribe el narrador argentino César Aira (1949). Una página tras otra, que luego convierte en más de un libro al año. En total, ha escrito más de cien obras, entre novelas, cuentos, ensayos, diarios y teatro. Sus dos últimos libros son "Lugones" y "Pingüinos".
Recientemente recibió el Premio Fomentor, galardón creado en los años sesenta en España y que se ha entregado a autores como Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia. El estímulo suma 50 mil euros para el autor.
Una de las primeras obras de Aira es el "Diccionario de autores latinoamericanos" que incluye a autores chilenos como el quillotano Zorobabel Rodríguez, Joaquín Edwards Bello, Juan Emar y Enrique Lihn.
Roberto Bolaño en el año 2000 escribió en su columna de Las Últimas Noticias: "Aira es un excéntrico, pero también es uno de los tres o cuatro mejores escritores de hoy en la lengua".
Un año después de estas palabras las editoriales chilenas comenzaron a publicar sus historias: "La serpiente" (LOM), "Un episodio en la vida de un pintor viajero" (LOM), "Yo era una mujer casada" (Cuneta), "Continuación de ideas diversas" (UDP), "Eterna juventud" (Hueders) y "Un filósofo" (Cuneta). El 2016 recibió el Premio Iberoamericano Manuel Rojas.
Lectura trasandina
La escritora chilena Cynthia Rimsky vive hace años en Argentina. Conoció a César Aira en Chile, antes de partir, en uno de los primeros Diálogos Latinoamericanos que caracterizaron los últimos años de la Feria del Libro de Santiago en la Estación Mapocho, en el año 2011. La mesa la compartían con Pablo Raphael, escritor mexicano.
Rimsky rememora aquel evento: "La mesa era sobre la idea tan chilena de 'cómo atraer a la gente a la literatura volviéndola comercial'. La relación entre literatura y lector, una tontera tremenda. Entonces con Pablo Raphael decidimos rebelarnos al tema y César Aira nos miraba desconcertado".
Rimsky dice que para ella Aira representa la dimensión de la literatura como invención.
"Él es un gran inventor. Hace un par de días leía cómo había escrito 'Ema, la cautiva'. Allí contaba que él se ganó la vida como traductor de malas novelas. Y, en una de ellas, una mujer australiana hacía una granja. Entonces, a él, se le ocurrió traslapar a este personaje a la Araucanía.
Según la escritora, el mejor libro de Aira es "La liebre", "además que vi una liebre cuando estaba leyendo el libro en Mar Azul. También me gusta uno de los que editó en Chile, 'Un episodio en la vida de un pintor viajero', es una maravilla, muy cortito. 'Lugones', este que sacó ahora es increíble. Hay una novela preciosa juvenil que se llama 'Margarita', que también me encanta.
Tres hojas
Galo Ghigliotto ha editado en Cuneta dos libros de Aira: "Yo era una mujer casada" y "Un filósofo". "Pero debo confesar que mi sueño siempre ha sido publicar 'La luz argentina'. Es más, se lo he pedido dos veces, pero se ha negado y ha terminado por enviarme las novelas antes mencionadas, para mi consuelo gozoso", asevera.
La mayoría de las veces Aira cede los derechos a las editoriales independientes y no pide a cambio más que algunos ejemplares. "Eso porque le encanta ver sus libros hechos realidad", dice Ghigliotto, para quién César Aira ha sido una especie de maestro.
"Es una persona de una franqueza y transparencia tan sólida que dice mucho más en sus actos que en sus palabras. Comiendo con él o tomando un trago o un café, es capaz de entregar conocimientos que salen de sí con naturalidad. Gracias a eso he podido entender su forma de trabajo y guardar frases memorables, tan simples pero llenas de verdad, como esta que dijo una vez mientras comíamos en un restaurante de comida chilena: 'Escribir no es difícil. Lo más difícil de escribir es sentarse a escribir'.
Ghigliotto dice que César Aira tiene un método. Se lo contó directamente un día: "Aira acude a un café todos los días con unas pocas hojas sueltas de papel de una textura y color que le gustan. Pide algo y comienza a escribir en esas páginas hasta que las llena. Nunca son más de tres folios. Una vez que ha llenado los folios, paga la cuenta y se va a su casa. Ahí se sienta al computador y transcribe lo escrito. Al día siguiente vuelve al café, escribe sus tres folios y transcribe, hasta que termina una novela. Luego empieza otra. Sus novelas tienen, por lo general, 90 a 120 páginas. Es decir que tarda tres o cuatro meses en escribir una. Al año, podría editar 3 ó 4 novelas", asegura.
Añade el mismo Galo Ghigliotto que Aira se nutre de lo cotidiano, de la nada: "Una vez contó en una charla, que había visto a un tipo caminando en la calle conversando con otro. De repente uno de los hombres frenaba para hacer unos cálculos matemáticos y volvía a caminar cuando tenía el resultado. Con eso le dio forma a un científico en una de sus novelas".
La imaginación de Aira hace una serie de conexiones que, puestas en papel, dan pie a un relato. Ghigliotto confirma que César Aira se ha entregado a la escritura "y por eso cada día, sagradamente, como un monje budista, le rinde culto. Y deposita ahí esos momentos fugaces que son finalmente los tomos de sus obras. Es decir, se sienta a escribir, y de esa forma ha conseguido la tremenda obra que tiene".
Lugones
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