El encierro nos ha incomodado a todos. Para la mayoría el tener que limitarse a espacio y tareas que no son las programadas en nuestra jornada común, ha requerido que apliquemos grandes esfuerzos de flexibilidad emocional y cognitiva. Lo que desconcierta a un niño del Espectro Autista o con Trastorno en el Desarrollo, no poder participar ni contar con lo que solía hacer en su diario vivir. Romper el molde de lo cotidiano. Ver que todos están en casa y si bien, pueden relatar las razones de la pandemia, ello no les explica a todos, el por qué eso impide hacer lo que más le gusta o lo que estaba acostumbrado a hacer.
En nuestro país se ha permitido a los padres y niños con este diagnóstico salir, ojalá identificados con algo azul. Lamentablemente, ello puede ser insuficiente si no se logra un equilibrio entre la necesidad y el auto cuidado. Sería ideal que las salidas de niños con este diagnóstico se asociaran no sólo al acto físico de caminar o recorrer un sector para que 'disminuya su ansiedad', sino que además (teniendo todas las medidas de protección necesarias) esto se acompañe de un relato concreto de la situación, dando cuenta de la ausencia de niños en las calles, el cierre de plazas o incluso el cierre de los almacenes que solía recorrer.
Participar en rutinas nuevas y novedosas antes no exploradas como cocinar, ordenar, plantar, hacerse cargo de tareas hogareñas, pueden también ayudar en la medida en que motivemos a ello y las ajustemos a sus habilidades.
Es pertinente hacerse unas preguntas centrales para contener y ayudar a un pequeño con TEA: ¿qué le podría gustar? ¿En qué circunstancia podría sentirse seguro? ¿Haciendo qué cosa, puede sentirse efectivo y eficiente?
Claudia Figueroa
Académica Escuela Fonoaudiología U. Andrés Bello