El periodista y escritor Cristóbal Gaete acaba de publicar en Garceta Ediciones, en la colección Grandes Plumas de la Prensa de Valparaíso, el volumen "Rosario Orrego. Editora en la Revista Valparaíso", un libro que nos presenta a esta pionera de la prensa escrita chilena que vivió entre 1831 y 1879, asumiendo con su pluma toda su época y contexto.
-¿Cómo llegaste a Rosario Orrego?
-Desde siempre me ha interesado el trabajo de los escritores dentro de la prensa. Visité antiguos periódicos en microfilms, donde la Revista de Valparaíso que ella dirigía se me reveló en todo su esplendor. Si bien la trayectoria periodística de Orrego se compiló, quedó puesta debajo de su obra literaria, tras los folletines que se estilaba publicar en otros medios impresos. Creo que es lo mejor de Rosario Orrego, una pluma ágil como su pensamiento.
-¿Cómo era ser una mujer de letras en el siglo XIX?
-Ser mujer de letras ha sido complejo a lo largo de toda la historia. Ella fue de las primeras en dirigir una revista y firmar sus escritos. Son textos que reflejan las tensiones transversales de la sociedad: educación, separación del Estado con la iglesia, límite del arte con las buenas costumbres. Tenía un público poderoso y reducido que apuntaba sobre todo a las mujeres, con recomendaciones de lecturas y consejos para alejarse de cierta literatura decadentista.
-¿Cómo era el Valparaíso desde el cual escribió?
-Rosario Orrego vivía en una situación afortunada en una ciudad de muchas contradicciones. La pobreza era tan brutal como la riqueza. Entendiendo sus textos desde ese lugar, trataba de generar consciencia en quienes tenían el dinero para desarrollar arte. A mediados del siglo XIX, Valparaíso gozó de su mejor época que duró hasta 1906: tenía una bullente vida portuaria y una agitada vida en teatros. Ella era muy crítica con su época y si viera al Valparaíso de hoy se pondría a llorar.
CaSi alguien nos dijera que "Rey Tigre", la insólita serie de Netflix que por estos días inspira una tonelada de memes en redes sociales, se trata de un falso documental le creeríamos sin cuestionarlo. Ese es quizás el logro más llamativo de esta producción de 7 capítulos dirigida por Rebecca Chaiklin y el animalista Eric Goode: demostrar cómo la realidad puede superar hasta la ficción más ingeniosa. Al centro de la historia está Joe Exotic, extravagante dueño de un zoológico en Oklahoma que convive peligrosamente con casi 200 felinos salvajes. Está casado con dos tipos jóvenes adictos a la metanfetamina, tiene un arsenal de armas de fuego y un séquito de marginales que harían todo por él (una de sus empleadas perdió un brazo en las fauces de un tigre). Showman por naturaleza, tiene su propio canal de videos en internet y una carrera como cantante country. La inspiración de sus canciones son sus animales y el odio que siente por Carole Baskin, la dueña de su propia "reserva" de felinos en Florida. Ella se ha dedicado a cuestionar públicamente a Joe por encerrar a sus mascotas, lo que ha desatado una guerra de años. Rubia, risueña, enfundada en prendas "cat print" (a pesar de que es alérgica a los gatos), Baskin no es retratada de la manera más halagüeña en la serie.
La agresiva contienda legal entre Joe Exotic y Carole Baskin es el eje de una serie que extiende su mirada hacia personajes secundarios como Rick Kirkham, un nihilista productor televisivo que busca hacer un reality show sobre Exotic; Doc Bragavan Antle, una suerte de veterinario/gurú mediático que administra su propio zoológico junto a las novias jóvenes que componen su secta y Jeff Lowe, un millonario swinger que, junto a su mujer, usa tigres como fetiches para seducir a sus nuevas conquistas al interior de hoteles lujosos en Las Vegas.
Si todo esto ya parece difícil de creer, aún más insólitos resultan los giros que la serie va presentando en cada capítulo. Esto es posible gracias al olfato de Goode (quien descubrió a Exotic cuando investigaba un tráfico de serpientes) y Chaiklin para confiar en un mundo salvaje y delirante que registran sin intermediarios. Es decir, "Rey Tigre" no es la reconstrucción de una historia sino que un testimonio directo filmado al calor de los acontecimientos. Ese hallazgo no es el único mérito de la serie, sino que la forma en que el material es convertido en entretenimiento. El trabajo de edición debió haber sido arduo. No es fácil transformar horas de registro en una serie tan entretenida como hilarante, kitsh y siniestra.