La mirada adelantada de Amanda Labarca al feminismo
La doctora de la Universidad de Stanford Ana María Stuven hace girar "Amanda Labarca"(Hueders) en torno a la vida y época de una de las pioneras en promover la igualdad social, económica y jurídica de la mujer.
Egresada de un liceo fiscal, profesora de Estado en Castellano, teórica educacional, representante de Chile ante Naciones Unidas, nombre de una calle cercana a La Moneda y de un liceo en Vitacura, Amanda Labarca fue una de las primeras mujeres que enseñó a sus congéneres que la vida no tiene por qué ser cómo es.Es decir, ser aquella abnegada esposa y madre, el ideal de comienzos del siglo XX.
Su llamado nunca fue desde un rol combativo -pese a su ardua lucha por la liberación femenina-, sino que a través de la complementariedad de géneros. La mujer por la que aboga Labarca es hija, estudiante, profesional, madre y esposa. Libre para crecer en compañía de su pareja y, a su vez, con la dulzura capaz de unir a la familia: esa es la imagen que deja el perfil "Amanda Labarca", escrito por la doctora en historia de la Universidad de Stanford Ana María Stuven y publicado recién por editorial Hueders.
Nacida en 1886 como Amanda Pinto Sepúlveda, cambió su nombre a Amanda Labarca Hubertson. Eran los apellidos de su marido y también docente, Guillermo. Debido a la presión de su madre por casarla tras la popularidad de la pareja adquirida en el patio del Santiago College, donde ambos trabajaban. Un escándalo para la sociedad de la primera década del siglo pasado. Usar el nombre del marido hoy parece retrógrado, pero fue el portazo de Labarca a las tradiciones, lista para construir a la mujer que soñaba ser.
"Ella era partidaria de un feminismo relacional, es decir, de un feminismo que no fuera como en la lucha de algunas feministas de hoy, que creen que para ser feministas hay que ser antihombres. Ella no era en absoluto antihombres, tenía un feminismo muy equilibrado, consideraba que había que luchar por los derechos de la mujer, pero que el mundo no era un lugar polarizado en que unos combatían contra otros", dice Stuven, y agrega que la docente, sin embargo, "no negaba el rol tradicional de la mujer, nunca se opuso a que la mujer continuara cumpliendo con sus roles maternales, por ejemplo".
"En ese sentido, Labarca tenía una posición de género relacional, en que entendía la igualdad en la diferencia, es decir, somos todos iguales en tanto seres humanos, pero somos distintos en las misiones que nos tocan en la vida, pero estas misiones además deben ser complementarias: o sea, a la mujer le toca dar a luz, pero eso no quita que el hombre pueda cambiar pañales", explica la también miembro del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales.
Emma Salas, profesora de Historia y poseedora de la Condecoración al Mérito Amanda Labarca -otorgada por la Universidad de Chile a las académicas destacadas-, señala en el libro escrito por Stuven que "Amanda se ganó el apodo de 'La-barca flote', probablemente por su resiliencia y rebeldía".
La profesora
El hambre de conocimiento llevó a Labarca a las universidades de Columbia (EE.UU.) y La Sorbonne (Francia), donde desarrolló sus teorías tanto feministas como educacionales, si es que unas pueden prescindir de las otras. Estos viajes terminarían con la profesora plantando su voz ante Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Entre idas y vueltas, la educadora escribió el artículo "Diez años de instituciones femeninas" (1925), donde contaba que "sueño con el momento en que vea reunidas a agnósticas y católicas, a patricias y humildes proletarias en un mismo templo de concordia, de amor a nuestra causa común". Esta idea, en concordancia con la exitosa carrera de Labarca, dista del estereotipo de la profesora chilena, más aún de una que luego daría su nombre a un liceo y una calle céntrica.
"El perfil común que circula de Amanda, a partir del nombre del Liceo Amanda Labarca, es el de una profesora de educación media y, por tanto, compartiendo ese perfil poco glamoroso de que era profesora, poco se ha destacado el hecho de que Amanda -aparte de ser una gran educadora, no solamente profesora, porque ella tenía posturas teóricas y filosóficas respecto a la educación-, era una tremenda feminista, escritora, una mujer muy atenta a la vida cultural del país, una mujer muy internacional, entonces es un perfil mucho más complejo que aquel que proyecta el hecho de que tenga un liceo con su nombre", detalla Stuven.
Labarca, a mediados del 1900, en abierta oposición a la tendencia de los colegios europeos y estadounidenses que se instalaban con gran éxito en Chile, recomendó al Gobierno desarrollar un programa de enseñanza centrado en la cultura y las tradiciones del país, hecho que, a su juicio, permitiría otorgar una base sólida a la juventud.