Voluntarios se hacen cargo de pequeños que han sido separados de sus padres por los Tribunales de Familia Familias de acogida: Cuando la casa, la crianza y el amor le ganan a la institucionalización
Personas que deciden incorporar a su grupo cercano a niños vulnerados cuentan la experiencia de cuidado que evita que los menores terminen en residencias del Sename.
Fabián tiene ocho meses y mientras gatea, su hermana Valentina (16) intenta alcanzarle un peluche. Es inquieto, risueño y juguetón como cualquier niño, pero la llegada del bebé a la familia Castillo Díaz los marcó como si se tratara del primer hijo. Embobados, celebran cada nueva gracia que hace el niño.
Rosa y Fernando no son sus padres biológicos. Valentina tampoco comparte sangre con la guagua. Sin embargo, es parte de ellos desde que tenía dos meses. Después de pasar casi dos décadas sin cambiar un pañal, la familia completa se abocó a la crianza.
"No hay decisiones, hay circunstancias. Se cruzaron nuestros caminos cuando nuestras hijas nos propusieron tener un hermanito. Entonces entramos a internet a averiguar sobre fundaciones y llegamos a una en Arica", recordó Rosa.
La mujer se refiere al programa de Familias de Acogida Especializadas (FAE), específicamente, al de la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos. Este proyecto es parte de la oferta programática del Servicio Nacional de Menores (Sename), que ofrece cuidados alternativos con familias de acogida externas como parte de una medida de protección que dicta el Tribunal de Familia para garantizar los derechos del niño de vivir en un contexto familiar.
Los pequeños que forman parte de esta institución han sido separados de su familia de origen por situaciones de vulneración de derecho graves tales como maltrato físico, psicológico, abuso, consumo de drogas y/o alcohol, etc. Charlotte Ramírez, directora del programa, destaca que el consumo es la causa más frecuente por la que un niño o adolescente es apartado de su familia. Es ahí cuando la familia extensa (familiares como abuelos, tíos u otros cercanos) se hacen cargo de ellos o bien, una familia externa formada por miembros altruistas dispuestos a ceder no solo parte de la vivienda para acoger al nuevo integrante, sino también, regalarle un nuevo modo de vida.
De paso
La directora del programa cuenta que el fin último de esta iniciativa es lograr la reunificación familiar, es decir, que el niño o adolescente vuelva con su familia de origen. "Trabajamos fortaleciendo las competencias parentales de los adultos para que el niño retorne con la familia, mientras también trabajamos con el niño para resignificar las situaciones de vulneraciones y también con las familias de acogida en lo que es la condición de bienestar del pequeño en este grupo familiar nuevo", explica.
En este proceso, el menor se incorpora a nuevas normas, roles y funciones, mientras profesionales del programa efectúan el acompañamiento. "No podemos olvidar que son niños desvinculados de sus raíces, que traen secuelas de vulneración, no saben lo que es el afecto y desconocen la funcionalidad, porque en su entorno no había figuras claras, protección y cuidado", menciona Charlotte Ramírez.
Jenny Vega tiene 46 años y desde octubre de 2017 vive con una adolescente que llamaremos María (14), para evitar mencionar su real identidad. "Ella es un poco complicada, además que yo la recibí adolescente, por lo que tuve que poner reglas, normas, hábitos y un montón de cosas.
Fue partir de cero. Por suerte ella ya se ha adaptado, aunque hay cosas que le cuestan aún", menciona Jenny.
"Yo no soy una niña así que a mí no me retas ni me mandas", le ha tenido que decir la mujer, porque María se quiere mandar sola, dice. "Yo pasaba en el colegio, porque se portaba mal. Le aconsejaba que se cuidara, que yo no podía excusarla siempre de que era así por la historia que cargaba, eso no lo tenía porqué saber todo el mundo", recuerda la cuidadora.
"Claramente se presentan dificultades porque no es lo mismo hacerse cargo de un lactante, a hacerlo de un niño o un adolescente, que además cargan con el estigma de la edad y la etiqueta 'viene del Sename'. Hay daño, sintomatología, conductas no ajustadas pero todo eso es porque nunca han sido protegidos", agrega Ramírez.
Jenny recalca que ha visto cambios en María y poco a poco se está portando mejor en el colegio. "Me gustaría que siga estudiando, siempre le digo que tiene que pensar en el futuro, que sea una profesional", reflexiona.
Oportunidad v/s dolor
"Pero van a sufrir" es lo que más les dijeron a los Castillo Díaz cuando decidieron ser cuidadores de Fabián. Ellos saben que en cualquier momento llega la familia adoptiva y deben entregarlo. "Tenemos claro que somos parte de un proceso y tratamos de disfrutar al máximo su alegría, pero preparándonos también para el momento fuerte que nos toque vivir cuando se vaya. Es algo complicado, pero más difícil sería decir no participo, no me involucro, cierro los ojos y sigo feliz", cuenta Fernando.
De la totalidad de niños que en el país fueron apartados de sus familias por orden de tribunales, en el 2018, 53% quedó al cuidado de una familia de acogida y el 47% ingresó a un centro. En comparación, hace cinco años, solo el 29% de los niños quedó al cuidado de una familia de acogida. "Los avances son distintos, los resultados también y aseguramos que el niño que fue gravemente vulnerado en sus derechos no lo siga siendo estando en un contexto familiar. Muchos de los que han ingresado a nuestro programa han superado traumas y dificultades", indica la directora.
Los cuidadores de Fabián recuerdan que poco a poco ven los logros que ha alcanzado el niño, quien además nació prematuro. "Vemos que le salieron sus dientecitos, que come su papilla, que gatea… Sabemos que va a llegar a una buena familia que lo va a querer y cuidar, así que será hasta cuando Dios quiera", dicen.
Los hermanitos
La noche previa al Día de la Madre, los hermanos Cristian (8) y Estefany (13) se encerraron en su pieza. Al día siguiente, le dieron los regalos hechos con sus manitos a Pamela Toledo (40), su cuidadora.
La mujer es casada y tiene dos hijos de 7 y 4 años. Es psicóloga y trabaja en un colegio, lugar donde conoció la historia de los niños que decidió acoger en su vida. "Ellos estaban viviendo un momento familiar muy complicado, viéndose desprovistos de todo tipo de cuidados. Un día nos informan en el colegio que debían irse al Sename porque no había otra solución. Es ahí que lo converso en mi casa, con mi marido y mis hijos", recuerda.
La decisión fue apoyada no solo por su familia, sino por todos sus cercanos y así llegaron los hermanos a su vida, enseñándoles lo que es la tolerancia, la paciencia y entregar amor sin condición. "Desde que llegaron se llevaron muy bien con mis hijos. La semana pasada mi hijo de cuatro años me preguntaba ¿Mamá, ellos se van a ir algún día? y yo le respondí que siempre serán parte de nuestra familia", dice.
La directora de FAE señala que la mayoría de las causas ingresan al programa por un periodo de seis meses a un año. "Sin embargo, nuestras orientaciones técnicas nos ponen plazo límite de 18 meses. La idea es cumplir el plazo del tribunal, pero eso no quita la posibilidad de tener que aplazar ese tiempo en vista de la complejidad del caso".
A diferencia de otros programas ambulatorios, en este se debe definir el cuidado del niño, es decir, con quién queda definitivamente, "porque no en todas las instancias se da que pueda retornar con su familia. Siempre se tiene que descartar en este caso, a la familia de origen o la extensa. Cuando no hay respuesta de ninguno de ellos, o fallecieron, o se estima que no son aptos para el cuidado, debemos ver cuál es la mejor opción".
Actualmente el programa FAE de la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos tiene 52 niños y adolescentes, de los cuales 12 están en familias de acogida externa y 40 con familias de acogida extensa. "Todos los días está esta necesidad, a diario se presentan uno o dos casos que requieren de una familia de acogida", sentenció la directora.