En las puertas del horno
Nicolás Meneses debuta en la novela con la elogiada "Panaderos" (Hueders). El libro narra con crudeza y humor negro la vida cotidiana de un joven que hereda el oficio y la tragedia de su padre.
Cada mañana o tarde compramos pan sin saber quién lo hace por nosotros. Esas vidas ocultas uniformadas en trajes blancos son las que eligió Nicolás Meneses (1992) para componer "Panaderos" (Hueders). Con naturalidad, sin idealismos ni estridencias, con el humor que ayuda a soportar el trabajo pesado, se abre el mundo de un joven con responsabilidades de un adulto.
La desgracia sobrevuela a William, el protagonista, desde el accidente del padre en la amasadora. La hermana del protagonista quiere estudiar y esa es la única posibilidad de que alguno salga de la jaula en la que se convierte la vida cotidiana en Buin.
Meneses no inventa a sus personajes, los rescata de la realidad. Él mismo fue criado viendo harina por todos lados, en una familia de pasteleros y dulceros. El protagonista está basado en la propia experiencia. Así lo reconoce el autor, quien trabajó dos años de la misma forma que lo hacen sus personajes: "William fue una maqueta mía. Todos los cabros, los compañeros de William, quedan con el nombre real y son tal como se describen. La familia es un invento".
Si bien "Panaderos" es el debut narrativo de Meneses, su escritura ya había dado noticias. El 2015 publicó el poemario "Camarote" (Balmaceda Arte Joven), el 2017 ganó el Premio Roberto Bolaño del CNCA en cuento, entre otros premios. Escribe de poesía chilena en distintas revistas digitales y es parte del equipo de Tatami, blog de literatura y deporte. Hoy es profesor de Lenguaje en un Preuniversitario.
La recepción del libro ha sido cálida. Uno de los méritos que se han señalado tiene que ver con narrar la vida de los trabajadores. Para Meneses eso fue natural: "Me he dado cuenta que he escrito cuestiones del trabajo, no porque esté preocupado porque no se escriba de trabajo. Me rodeo de esa gente, mi mundo es eso. Sigo conviviendo con trabajadores todo el tiempo y hablamos de trabajo no literario, porque el trabajo literario también es trabajo".
-Es poca la literatura chilena que trata de trabajo.
- A mí me interesa temática, esos personajes. Es lo que tenía al frente. Yo me escandalizo con que las cosas que uno ha vivido no se lean en ningún libro. Quise que la novela estuviera integrada al paisaje.
-¿Te sientes cercano a narradores sociales chilenos?
- Me gusta mucho Nicomedes Guzmán, pero no sé si estoy cercano a él. La "Sangre y la esperanza" es lo único que encontré que aparecen panaderos como personajes. Hay cuentos de Manuel Rojas donde los personajes desarrollan trabajo informal. Francisco Coloane, lo mismo, con hombres en el sur buscando riqueza.
-Pero en "Panaderos" al final están en el supermercado.
- La forma de ver el trabajo cambió de forma tan radical que no podría decir que estoy al lado de los escritores que nombré. No creo que sea homologable el mundo del trabajo porque su perspectiva es mucho más crítica. En "Panaderos" está instalada la catástrofe, pero su modo de desenvolverse en la sociedad está totalmente coaptado.
-La crítica que se puede inferir de tu novela alcanza para todos lados.
- El conformismo me parecía más potente que hacer un trabajador crítico que, por lo menos en el Chile actual, es muy escaso. Mi intención era indagar en aquello, en cómo llegamos a tal punto que aceptamos cualquier condición.
-Para aguantar aparece el humor. ¿Dónde lo observaste?
-Es una característica que heredé de mi familia, tengo familia comerciante, trabajadores, ambulantes. Con un carácter que siempre me ha llamado la atención por su ingenio, por como comprende y niega la realidad. Creo que eso configura bastante la personalidad de estos trabajadores chilenos, me parece bien importante rescatarlo.
-Está la "chispeza".
-Es complicado el humor, porque es maltrato al mismo tiempo y autohumillación, pero bajo ese pacto de confianza que hay en un espacio laboral.Esa violencia se anula y queda simplemente como el efecto liberador de la risa. Recae mucho en el humor misógino, racista, y esas cuestiones las intenté evitar deliberadamente. A pesar de que siento que ha ido disminuyendo eso. Mi abuela hace pasteles de la Ligua y es eso todo el tiempo.
-¿Cómo fue tu primer día en la panadería?
- Como el libro, fue igual. Eficiente. Pero fue un proceso complejo porque empecé muy chico a trabajar en la fábrica haciendo pasteles de la Ligua y siempre estuve rodeado de máquinas y nos obligaban, en el fondo. Cuando llegué a trabajar con los chiquillos vi que de verdad me gustaba trabajar con los cabros en esas situaciones.