Se ha ido un gigante de la música, Don Manuel Mamani, que por su origen posiblemente ninguna calle, plaza o hito importante de alguna ciudad de Chile menos de Arica llevarán su nombre, porque dada su condición de hijo propio de esta tierra, ya sabemos como "tratamos en Chile al amigo cuando su mestizaje es más amerindio que europeo". Esto, posiblemente, impidió que fuera reconocido entre los "Tesoros Humanos Vivos", que el Estado chileno "otorga a comunidades, grupos y personas distinguidas y destacadas entre sus pares, por aportes significativos a la "salvaguardia y al cultivo del Patrimonio Cultural Inmaterial" del país. Don Manuel nació en un pueblo todavía muy remoto del altiplano, próximo a la frontera con Bolivia, donde hoy día en el mejor escenario (con vehículo todo terreno y conductor avezado y acostumbrado a las condiciones del estrés de altura), toma más de 4 horas alcanzar el lugar. Por esta razón, su familia lo inscribió en el registro civil de Chile, a comienzos del siglo 20, varios años después de su nacimiento, cuando ya tenía uso de razón. Desde ese momento, estimo, debió comprender que la "montaña no iría nunca hacia él", que debería bajar a las tierras bajas, el mundo de las tinieblas en la cosmovisión de algunas sociedades andinas tradicionales. Desde entonces, y luego de educarse en el conservatorio de la Universidad de Chile en Santiago, comenzó a forjarse como folclorista, compositor, trompetista, recopilador, investigador, lingüista, profesor y promotor de las tradiciones culturales andinas y de la lengua aymara, a nivel local, nacional y mundial. Su banda de música y danza que "explotó" en muchos escenarios nunca causó daños materiales o personales, por lo mismo su cruzada cultural no ocupó primeras planas en medios nacionales de prensa, radio y televisión, ávidos de relatar incansablemente con lujo de detalles hechos delictuales insignificantes e irrelevantes para la historia grande del país. Fiel a sus tradiciones culturales Don Manuel inició a las primeras generaciones de estudiantes de antropología y arqueología de la Universidad de Tarapacá a través de la pawa, una ceremonia andina de agradecimiento que invita al diálogo, donde no puede faltar la música tradicional, porque para Don Manuel en un acto ritual, "la música es uno de los elementos principales de comunicación que genera efectividad y a la vez enlaza la vida real con el mundo sobrenatural", en la medida que la "presencia y el poder de la música . . . refuerza y da vitalidad a la identificación y personalidad de la comunidad aymara, asociada con la realidad circundante", conceptos que virtió en una publicación del Ibero-Amerikanisches Institut de Berlin, hacia fines del siglo pasado. Su música seguirá atronando en los escenarios que ojalá destape los oídos sordos, la miopía y la insensibilidad humana que parece estar inspirando la vida en el país.
Calogero M. Santoro