EN RESUMEN
"La balada de Buster Scruggs" es un western divido en seis episodios que los hermanos Coen realizador por encargo para Netflix.
"La balada de Buster Scruggs" es un western divido en seis episodios que los hermanos Coen realizador por encargo para Netflix.
Si hay algo que define a los hermanos Joel y Ethan Coen, además de su gusto por el humor negro y los guiños cinematográficos, es una inquietud por incursionar en distintos estilos y géneros, lo que ha dado como resultado una filmografía curiosamente irregular. En el mapa deforme de su obra cinematográfica, grandes películas ("Blood simple", "Barton Fink", "Fargo", "El hombre que nunca estuvo") conviven con comedias menores ("El amor cuesta caro"), remakes poco inspirados ("El quinteto de la muerte", "Temple de acero") y cintas derechamente fallidas ("¿Dónde estás, hermano?"), por lo que no es fácil predecir cuál será el siguiente paso.
"La balada de Buster Scruggs" aterrizó el fin de semana pasado en Netflix tras su estreno en el Festival de Venecia, donde recibió el premio al mejor guión. No hubo mucho ruido mediático previo. Se sabía que se trataba de una iniciativa de los productores de la plataforma de streaming, quienes contactaron a los cineastas. Como éstos no tenían un proyecto en marcha, desempolvaron cuentos que escribieron a lo largo de 25 años sin propósitos fílmicos.
Esta condición de film por encargo se siente y da pie para que los Coen combatan la integridad a fuerza de un despliegue de estilos que ya han puesto a prueba en sus distintas películas. Lo que atraviesa los seis episodios es, sin embargo, un cóctel de humor negro y brutalidad que funciona bien al contexto de un territorio peligroso y dividido.
Es el Lejano Oeste con toda la fauna humana que el western ha mostrado desde sus inicios.
Un epicentro de bandoleros, justicieros, caballos, indios y damiselas atrapadas en un mundo de luchas de poder y testosterona.
El Buster Scruggs del título es rápidamente presentado en el primer corto. Una comedia gore y desfachatada que no teme en rozar la ridiculez a través de las andanzas de un pistolero sonriente que va interpretando canciones a medida que va matando a sus rivales.
Aquí las influencias de los Coen no son John Ford ni Howard Hawks, sino que esas animaciones de "Bugs Bunny" en las que las leyes de la física alimentan la comedia.
El segundo episodio es apenas la microhistoria de un ladrón de bancos (James Franco) que debe sobrevivir en su escapada de la ley.
Con un caballo, una horca, un par de balazos y flechas, los Coen demuestran su habilidad para generar tensión a través del lenguaje cinematográfico. El tercer relato podría ser una de esas canciones tristes de Tom Waits. Se centra en la tragedia que envuelve a un actor que no tiene piernas ni brazos y al administrador de su show itinerante (Liam Neeson; es una fábula oscura que habla de lo obsoleto y, si se quiere, de la muerte misma del western. El cuarto cuenta justamente con la actuación de Tom Waits como un metódico y esforzado buscador de oro. Es un luminoso canto a la persistencia. El quinto capítulo introduce a una mujer (Zoe Kazan) que intenta iniciar una vida junto a un hombre en Montana.
Y el último juega con el gótico americano a través de un grupo de personajes que se encuentran en una diligencia.
"La balada de Buster Scruggs" está lejos de ser lo mejor de los Coen pero prueba que el streaming también puede acoger experimentos cinematográficos para contrarrestar el avance sin frenos de las series.