Un testimonio sobre dos ruedas de los riesgos y ventajas de pedalear por la ciudad La nueva ley que deja a Arica "amenazada por convivencia"
La Ley de Convivencia Vial deja tarea no sólo a los usuarios del sistema, sino que a la infraestructura de la ciudad.
Hace dos semanas partió la nueva Ley de Convivencia Vial. Dos semanas en que tanto ciclistas, como peatones y automovilistas, en lo ideal, se han tenido que poner al alero de una norma que busca regular la manera en que conviven todos los usuarios del sistema.
Cómo lo están haciendo, es algo que decidí comprobar por mí mismo.
Como antecedente, sin Ley de Convivencia Vial me anoto un choque con una moto, otro con una camioneta cuyo conductor abrió la puerta sin mirar por el retrovisor, y otro choque con una van cuyo conductor, nuevamente, no miró el retrovisor cuando se incorporaba al tránsito. Pero yo nunca he atropellado a un peatón cuando alguna vez conduje por la vereda.
Es por eso que como cada día salgo, casco y guantes ajustados, a enfrentar el tránsito sintiéndome en evidente desventaja al circular por la derecha de la calzada como la ley lo exige. La ruta es por Valente Rossi, la prolongación de 21 de Mayo que de bajada es gratísima, amplia, pero ofrece uno de los primeros escollos que se ven en Arica: calles que, así como se ensanchan, también de pronto se angostan, y cruces con escasa visibilidad para los vehículos. De hecho, una micro se me cruza por Silva Arriagada… dejé los discos de los frenos "al rojo" para no quedar estampado con todo y bicicleta en su costado.
Los problemas de estrechez de las calles se ven en Valente Rossi al llegar al hospital, en Santa María desde el centro hasta Juan Antonio Ríos y en Sotomayor, por nombrar sólo algunas. Esto las hace inseguras.
Por Valente Rossi puedo sentir la velocidad de los vehículos a menos del metro y medio de distancia que se exige a los automovilistas de los ciclistas.
Al circular por Santa María hacia el norte el riesgo es otro. Se suma la estrechez y la costumbre de la locomoción colectiva de dejar pasajeros en cualquier parte, y la de los pasajeros de bajarse por cualquier lado. Así es que circulo con las dos manos en los frenos, y los usos con más frecuencia de lo que me gustaría. Eso, hasta que encuentro la ciclovía que parte en Diego Portales.
OTRA COSA ES CON CICLOVÍAS
Mientras bajaba por Valente Rossi sólo me crucé con un ciclista. En todo caso, es un trayecto más corto y más rápido, poco más de un kilómetro en pendiente. El hombre venía con todo su equipamiento de seguridad exigido por la ley.
Pero el panorama en cuanto usuarios y condiciones cambia cuando se inicia el tránsito por la principal ciclovía de Arica. Parte en Diego Portales y llega hasta Amador Neghme y se extiende por más de cuatro kilómetros. Es una ruta cómoda, señalizada, pero se encuentra con falta de mantención. Y a no ser porque también tuve que esquivar a dos mujeres llevando coches y un peatón, sería perfecto. En similar estado se encuentra la otra ciclovía, que sube de Santa María por Amador Neghme hasta Linderos.
Si de convivencia vial se trata, nunca me encontré con un auto estacionado sobre la ciclovía, lo que habla del respeto, en general, que existe por estos espacios en una ciudad ávida de aparcaderos. Pero no todo era tan perfecto con las rutas para bicicletas.
LAS "OTRAS" CICLOVÍAS
Volante firme y vista al frente me fui del centro por 18 de Septiembre, otra vía rápida y peligrosa, hasta empalmar con la ciclovía que está al llegar a Tucapel.
Es una ciclovía corta, más antigua, que no tiene los estándares requeridos para estos trazados y termina de golpe, de manera casi ridícula, justo en un sector donde se le necesita: subiendo por "Las Pesqueras" (San Ignacio de Loyola).
Luego de subir por San Ignacio de Loyola, sin infraestructura para ciclistas, pero con el respeto de los automovilistas, viene la bajada hacia la playa. Una ruta estrecha y de riesgo para las bicicletas. Si no ha habido más accidentes es porque nuevamente los automovilistas tienen consideración por las bicis.
En la playa, nuevamente una abandonada y subestándar ciclovía parte cerca del Hotel Arica para terminar en el sector de Aduanas, frente al parque Vicuña Mackenna.
¿Por qué subestándar? Porque simplemente invita a que los ciclistas se mezclen en la acerca con los peatones, justo lo que la Ley de Convivencia Vial quiere erradicar.
Luego de pedalear más de diez kilómetros, entre el viaje al trabajo y el recorrido por distintos rincones de la ciudad, la Ley de Convivencia Vial no es una amenaza para los ciclistas ni automovilistas. Es más bien una amenaza a la ciudad.
Como en un Reality, Arica está "amenazada por convivencia". Claro, la Ley de Convivencia, porque es una ciudad que urgentemente requiere de infraestructura necesaria que equilibre lo que se exige y a la vez, lo que se ofrece a quienes se movilizan en estos frágiles vehículos.