Esta semana, La Estrella junto a sus socios estratégicos realizó la ceremonia de reconocimiento a los Jóvenes Líderes de Arica y Parinacota. Se trata de la primera versión de una iniciativa que buscó destacar la labor, muchas veces anónima de jóvenes, hombres y mujeres, que han puesto todo su esfuerzo, capacidad, inteligencia y corazón para salir adelante en los más diversos ámbitos.

Este primer paso contó con el apoyo de Astilleros Arica, Corpesca, Inacap y el Restaurante Mediterráneo, quienes unieron sus fuerzas junto a este Diario para canalizar invitaciones, a través de las más diversas instituciones, organismos, empresas y servicios de Arica, para que postularan a jóvenes destacados.

Una preselección determinó a 40, quienes fueron presentados en notas y entrevistas en la página 4 de la Estrella durante casi tres semanas, para que la comunidad conociera los diversos méritos e historias de quienes aspiraban a estar entre los jóvenes líderes.

Finalmente, un jurado determinó a los diez jóvenes que fueron distinguidos como líderes regionales, en esta invitación inédita realizada por la Estrella. Ellas y ellos son Loreto Soza Quispe, Ricardo Soto Pedraza, Shintaro Tsukame Meneses, Kimmy Vega Huerta, Lorena Fica Flores, Dilan Bernales Bermeo, Fernando Montanares Letelier, Daniel Linares Zegarra, Alex Brañez Yucra e Izzamar Cayo Viza.

La ceremonia de entrega de reconocimientos se realizó el jueves y contó con la presencia de la Intendenta, junto con autoridades locales y regionales, quienes tuvieron la oportunidad de compartir con los líderes.

Sin duda que se trata de un ejercicio muy emotivo el poder destacar públicamente a estos jóvenes. Es también un ejercicio justo. La juventud forma parte de los más diversos discursos y declaraciones, sin embargo, no siempre es reconocida en sus méritos.

Hoy, "La Estrella" puede decir con satisfacción que ha contribuido a visualizar y a destacar con plenos merecimientos a un grupo de jóvenes de nuestra región, que ya se alzan como líderes. Pero esto es sólo el principio de un camino que buscará seguir distinguiéndolos.

La formación o génesis de los estados latinoamericanos son la concreción tardía del remoto sueño de Colón: El pidió a los reyes españoles tres cosas fundamentales: Un título de nobleza, ser representante del Rey en las tierras descubiertas, y una décima parte de los impuestos de estas tierras. O sea, quería reconocimiento social, poder político y dinero. Esto, en síntesis, es el sueño que marcó a todos los que vinieron después, ya fueran élites desplazadas (como en Perú y México) o el anhelo de hidalgos venidos a menos queriendo sacar provecho de un lejano y pobretón reducto castrense como la Capitanía General de Chile. La colonización, disfrazada de Renacimiento, traía en realidad, bajo sus ropajes, las ideas arraigadas de un profundo feudalismo que se resistía a morir en la distante Castilla agraria. Por eso, en América, al tratar de replicar los acuerdos europeos de vasallaje entre el rey y los nobles y entre éstos y los campesinos, terminaron remedándolos patéticamente en interesados pactos que conferían poder -vía nombramientos funcionarios en la gran burocracia de la corona- a quienes anhelaban el reconocimiento social y prometían a los incipientes burgueses el mantenimiento de sus monopolios comerciales. Durante el siglo de las luces, los descendientes de estos primeros notables, se convirtieron en criollos cultos que, seducidos en Europa por las ideas de la Ilustración, importaron y consagraron la idea de "contrato social" -que allá tenía fundamentos verídicos e históricos- para justificar, frente al campesinado, con grandilocuencia y a punta de espada, el nacimiento espurio de las repúblicas latinoamericanas. (De más está decir que los indígenas americanos nunca acordaron con nadie alguna especie de pacto que los incluyera en el entramado social de los nacientes estados y si hubo algún reconocimiento territorial, nunca fue cumplido). Todo lo que hoy llena las noticias, proviene de esto, ya que los antiguos notables y burgueses de antaño han pasado a ser los detentores del poder político y los actuales dueños y concesionarios monopólicos, que siguen, como aquella elite de hace quinientos años, imbricados religiosamente, velando por la quimera colombina.