Bióloga cuenta cómo repartía el correo en la Antártica Chilena
Claudia Torres viajó al Territorio Antártico para trabajar en su tesis y, a su vez, para ser la encargada de enviar y recibir cartas y encomiendas. En dos meses descubrió lo que significa vivir en un lugar poco accesible para las personas.
Pablo Martínez Tizka - La Estrella
Claudia Torres tenía el objetivo de convertirse en bióloga y lo cumplió, pero no de una manera típica. Tenía un destino pendiente antes de terminar su primera etapa académica en la universidad: la Antártica Chilena.
Fue ahí donde llevó a cabo la investigación para su tesis en 2012. "El Instituto Antártico Chileno (Inach) tenía un programa para ayudar a alumnos en la tesis de pregrado. Postulé y pude viajar a la Antártica. Ahí recolecté líquenes para saber si eran efectivos para tratar enfermedades bacterianas en el salmón", señaló la bióloga, cuyo guía fue el profesor Homero Urrutia en el Laboratorio de Biopelículas y Microbiología Ambiental de la Universidad de Concepción.
Respecto a su experiencia en el territorio "helado", Torres indicó que "me encantaría regresar. Por más que trato de escribir mi experiencia, es imposible. Todo fue maravilloso y diría que sí nuevamente".
Cartera
Debido al convenio que existe entre Inach y Correos de Chile, Claudia Torres no solo tuvo que estudiar en la Antártica, sino también formar parte de la única sucursal de cartas presente allí.
"Desde la empresa me prestaban toda la implementación necesaria para realizar mi investigación sin ninguna complicación, pero a cambio de eso tenía que abrir Correos de Chile, ya que en esa época era verano y generalmente son los estudiantes quienes se encargan de trabajar ahí. Me capacitaron una semana antes para llevar a cabo la tarea sin inconvenientes", agregó Torres.
Su misión en la empresa era clara. "Me debía encargar de recibir y enviar las cartas y las encomiendas que me llegaban desde varios países del mundo, ya que es la única sucursal de correos en toda la Antártica", añadió.
La bióloga especificó que había mensajes dirigidos "hacia la base de Rusia y la base de China, que se ubican al lado de la chilena".
Por último, sobre su rutina de trabajo como cartera, señaló que "ejercía durante una hora al día y la labor era más exigente cuando llegaban los turistas en cruceros. También me mantenía en contacto con mis familiares mediante esa vía. Fue una experiencia que me gustó bastante".
La vida en la antártica
Cuando llegó a la Antártica, Claudia Torres reconoció que "por suerte no me costó mucho adaptarme al clima. Aunque en la primera semana el frío se siente mucho. Tenía los implementos suficientes para protegerme como zapatos especiales, guantes, botas y anteojos de sol".
Claudia vivió en la Villa Las Estrellas dentro de un contenedor. "No es lo que parece, ya que por dentro son casas calefaccionadas y tienen cocina y baño. Es como vivir en cualquier hogar, ya que tiene las comodidades suficientes".
Ella compartió con personas ligadas a la Fuerza Aérea y señaló que "vivía con una enfermera que en ese momento llevaba dos años en la Antártica. También hay oficiales y capitanes que viven con sus familias y llevan a sus hijos al colegio de Villa Las Estrellas, donde hay dos profesores que son matrimonio. También hay un banco".
Además, Torres se refirió a la relación con sus vecinos: "Fue bastante buena. Por lo general, se trata de gente que trabaja mucho. En mi caso, tenía que investigar y, por lo tanto, es bastante difícil aburrirse. Todo lo contrario, fue muy divertido estar en la Antártica".
Sin embargo, señaló que "por lo general, a la gente de la Fuerza Aérea la rotan cada dos años, entonces no hay una persona que haya vivido toda su vida o muchos años en la Antártica".
Para su tiempo libre, el deporte fue uno de los aspectos fundamentales. "En ese sentido, mi amiga enfermera fue bastante importante. En ese momento había un domo, que era como un gimnasio multifuncional en donde se podía practicar vóleibol y bádminton. También había máquinas trotadoras. Sé que veranos más tarde el domo se desarmó y no sé si lo habrán reconstruido. Ojalá que sí".
Otro aspecto relevante fue la alimentación. En ese sentido, Torres aseguró que nunca faltó nada. La bióloga afirmó que "tuve suerte que estuve en época de verano, ya que los aviones con comida llegaban con frutas y verduras de estación. La Fach tiene un cocinero y siempre estaban las tres comidas del día. Almorzaba junto con la gente de la Fuerza Aérea. Cuando iba a terreno, me pasaban un snack y termos con agua caliente".
Panoramas
La flora y la fauna de la Antártica llamaron la atención de Claudia Torres, quien recorrió varios kilómetros del territorio insular junto a compañeros.
"A todos nos hacen una charla sobre cómo cuidar las flores y los animales del lugar. Nos especificaron y recalcaron que hay que tener cuidado con los pingüinos y las aves. En verano, se ve mucho más la fauna y existe énfasis en no tocar a los pingüinos. Ellos se pueden acercar a nosotros, pero en ningún momento tenemos que tocarlos. Hay que tratar de interrumpir lo menos posible su vida, sobre todo en mi caso que estaba investigando con líquenes", afirmó la científica a La Estrella.
Una de las claves para tener una buena experiencia en la Antártica, según Torres, es "salir a caminar en grupo. Fue algo que realicé a menudo. Conocí varios glaciares y todas las ocasiones estuve acompañada", dijo.
Torres aseguró que "mientras estuve ahí saqué como mil fotos del viaje y a lo mejor todas eran parecidas, pero fue una experiencia absolutamente inolvidable".
Finalmente, agradeció el apoyo recibido por las instituciones y del resto de los pocos residentes en el territorio antártico chileno. "Fue bastante importante el apoyo de todas las personas que me acompañaron y siempre sentí que colaboraron conmigo para llevar adelante la investigación y pasar un buen momento en la Antártica, a la que volvería nuevamente si se diera la posibilidad en el futuro".
Claudia Torres hoy trabaja en el Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción y es magíster en Ciencias con mención en Microbiología.