El mito del origen está presente en muchas de nuestras fechas importantes como Nación. Así, 1810 marca el inicio de un proceso de reformas, mientras que 1818 es el año de la firma de la Declaración de Independencia. Cada uno de estos hitos fundacionales, asimismo, ha significado la instalación de nuevos símbolos y la necesidad de su rescate patrimonial.
Hace 108 años el lugar del rito de origen estuvo centrado en la antigua zona fundacional, entre la antigua Cañada, tatuada como la Alameda, y el trazo principal del caudal del Río Mapocho, la Estación Pirque y su trazado por el oriente que posteriormente se trasformó en el Parque Bustamante y las calles aristocráticas por el poniente de Santiago.
En aquellos días el cuerpo diplomático brindó con vermouth el Centenario oficial de la República de 1910 en la Confitería Torres, en honor de los constructores del relato hegemónico del momento. Junto con este brindis, se rediseñó el nuevo eje urbanístico: la construcción del Parque Forestal, la inauguración del Museo de Bellas Artes, la Estación Mapocho, el acceso principal del Cerro Santa Lucía con el dios Neptuno y la instalación de los regalos de las colonias extranjeras radicadas en Chile. Italia con su ángel alado y su felino; Alemania con el dios Mercurio y Francia con la alegoría de la Libertad. Se trató de una nueva fundación, una fundación desde la Europa Clásica y de los modelos estéticos imperantes que se extendieron por el país en cada celebración local.
Europa trajo la gastronomía que predominó en los festines oficiales del Centenario, Velaute aux Amandes; Tournedos Rossini; Dinde roti au jus; Poulet Demi-deuil, todo esto acompañado con el Vals de la Viuda Negra. Sin embargo, en los rituales no oficiales estaba la Cazuela de Ave con Chuchoca; la Malaya Asada con ensaladas de penca, la Chicha Baya; el Chacolí y el Huachucho. Platos y brebajes que sobrevivieron a contrapelo y que hoy representan la memoria y cultura de la historia de nuestro país, convertidos en Patrimonio Inmaterial.
Las Fiestas Patrias, sin duda, son nuestra principal Celebración Patrimonial. Hoy desafían a la ciudadanía a enfrentar el futuro en un abierto diálogo intercultural. Con un país con rostro humano y sustentable para todas sus regiones, el fortalecimiento de una democracia ciudadana, y la construcción de un proyecto de sociedad de largo plazo y digno para todos los habitantes de este territorio. Para sustentar el patrimonio no solo en sus mitos de origen, sino que en una riqueza cultural viva.
José Albuccó, académicode la Universidad Católica Silva Henríquez