El ferroviario que en 34 años faltó solo un día a su "pega"
Víctor Orozco inició su carrera en el FCALP y llegó a ser jefe de la sección de movilización. Cuenta sus anécdotas y añoranzas trabajando las máquinas que, en algún momento, fueron el único transporte en Arica.
En la hoja de vida de Víctor Orozco (78) como ex funcionario ferroviario, solo destaca una falta a su trabajo. Durante 34 años, once meses y cinco días, solo se ausentó para un 18 de Septiembre, porque los festejos lo entusiasmaron y no alcanzó a llegar a cumplir con el deber. Por suerte, en el rubro eran todos como una familia, asegura, y sin problemas uno de sus compañeros lo pudo cubrir.
El hombre se desempeñó en el Ferrocarril de Arica a La Paz (FCALP) desde 1960, año en que ingresó al área de tracción. Con el tiempo fue ascendiendo hasta llegar a maquinista y jubilar como jefe de la sección de movilización en 1994.
Sin embargo, su relación con los trenes comenzó mucho antes y por herencia. Su padre, maquinista también, tuvo un accidente en un tren que un mal día se volcó, llevándose a otras dos personas más. Fue así que Víctor, uno de los mayores en la familia constituida por cinco hermanos y la madre viuda, tuvieron que pelearle al destino.
"Siempre fui busquilla, entonces había que sacar adelante a mis hermanos más pequeños. Mi mamá se dedicó a lavar ropa y yo, a vender diarios y a lustrar zapatos. Así fuimos progresando", recuerda.
En medio de esas jornadas de trabajo adolescente, en las que tuvo que abandonar el liceo para laborar, recuerda cómo los trenes pasaban por las calles de Arica, llevándose a las personas que los esperaban en las distintas estaciones, pues era el único medio de transporte en una ciudad que parecía más grande de lo que es ahora.
"Con mi madre fuimos a solicitar un puesto en ferrocarriles para poder trabajar. Como ella era viuda de ferroviario, eso ayudó a que me dieran una oportunidad. Participé en un concurso público y así comencé mi carrera".
Víctor destaca que partió en los viajes dentro de la ciudad para después ascender y llegar hasta La Paz. "Eran horas de viaje desde Visviri hasta Bolivia, en los que uno viajaba con un ayudante. Me gustaba mi trabajo, porque me daba la oportunidad de relacionarme con otras personas, además de conocer otros lugares y manejar esas máquinas que siempre fueron tan familiares para mí", comenta.
Dentro de las anécdotas que vivió en los cientos de viajes que realizó, recuerda que un día, en un cambio de turno, a otro maquinista le correspondía conducir el tren, pero le solicitaron qué él se hiciera cargo de la máquina, pues el compañero estaba en estado de ebriedad y lo dejarían detenido en La Paz.
"Dije, ok, yo conduzco pero puse mis condiciones. Pedí que el otro maquinista se fuera conmigo, sino, no manejaría. Y como las personas ya estaban molestas, pues no se estaba efectuando el recorrido con normalidad, aceptaron mis condiciones.
Lo hice básicamente porque no quise que él tuviera problemas con la justicia y manchara su hoja de vida, así que la mayor parte del viaje se fue durmiendo en una litera. Ya por Central se despabiló y tomó el control de la máquina como si nada hubiera pasado", relata entre risas.
Y es que, recalca, "los ferroviarios somos todos como una gran familia, y aunque hubieran diferencias, nos ayudábamos".
Noches de tetris
Tanto amó su carrera que cuando jubiló, quedó de brazos cruzados, sin saber qué hacer e incluso, asegura, se anduvo enfermando. "Mi esposa me retaba porque me amanecía jugando Tetris. Parecía un florero en la casa, sin aportar".
Fue así que decidió darle un vuelco a sus días y dejó el juego de lado para comprarse un taxi y con esfuerzo, trabajarlo durante diez años.
"Ahora sí llegó el momento de descansar, también me lo dicen en la casa", sentenció.