La odisea del prusiano que buscó oro en La Araucanía
Reeditan un libro perdido en Chile desde 1882: "La provincia de Valdivia y los Araucanos", de Pablo Treutler, viajero de Silesia que recorrió el sur en busca de tesoros. El historiador Sergio Caniuqueo comenta la obra.
En 1882, el prusiano Pablo Treutler publicó "La provincia de Valdivia y los araucanos", un relato dedicado al presidente Manuel Montt que describe las tres expediciones que realizó entre 1859 y 1861 en el territorio de La Frontera. Allí iba tras tesoros que, según relatos españoles, habrían quedado abandonados desde la época colonial. El texto fue reeditado recientemente por Cagtén Ediciones con un prólogo del investigador adjunto del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas de la Pontificia Universidad Católica, Sergio Caniuqueo.
Treutler había nacido en 1822 en Silesia, ciudad de la antigua Prusia. Estudió mineralogía en Berlín y a Chile llegó en 1852, encandilado por las muestras de minerales americanos que había visto en la Exposición Internacional de Londres en 1851. Primero se instaló en Copiapó, tras la pista de ricos yacimientos mineros.
Una vez decepcionado del norte, en 1859 se encaminó a la Araucanía donde organizó tres expediciones: primero un itinerario por la costa, luego recorrió las tierras altas y, finalmente, exploró la zona intermedia de la región.
Para superar la suspicacia de los mapuches se hacía pasar por un comerciante o conchavador, principalmente de aguardiente.
Concienzudo y tenaz, Treutler además se fijó otros objetivos: estudiar la historia, lengua y costumbres mapuche, contar el número de guerreros que había, reconocer terrenos cultivables y caminos, tratar de rescatar a mujeres cautivas y acopiar antigüedades para un museo.
Antes de emprender la aventura contrató a un buen intérprete, o "lenguaraz", pieza clave para hacerse entender ante los caciques. Premunido de levitas, tabaco, acordeones, agujas y paño azul, entre muchos otros objetos, se internó en pleno otoño para recorrer la comarca, que lo dejó boquiabierto con su belleza.
Avanzando por la ruta, encontró misiones religiosas y asentamientos mapuches, de quienes describe su contextura, vestimenta y carácter, reconociéndoles atributos positivos pero también haciendo juicios: les llamó "bárbaros".
Treutler presenta regalos y recibe los honores de un pueblo hospitalario, pero receloso. Bebe el ñache y no le gusta, se burla de los machis y no entiende la monocorde música con que lo agasajan. Sin perder en ningún momento la meta de su aventura, con mucha astucia sonsaca a los numerosos huéspedes que lo reciben los datos de su interés: dónde hay vetas de plata y oro y los probables rubíes que pretende encontrar. Así mismo, la naturaleza le muestra su cara más dura. En una ocasión estuvo a punto de morir ahogado en un río; también peligró su vida cuando dos caciques confabularon para matarlo pero, en un acto de arrojo, los enfrentó y consiguió que le perdonaran la vida.
El fracaso
Por cierto que la empresa de Treutler fracasó y tuvo en el abogado y político Abdón Cifuentes a un encarnizado detractor. Cifuentes impidió que el gobierno de Montt financiara otras expediciones, encontrando finalmente solo apoyo en Enrique Meiggs, magnate del ferrocarril a quien le interesaba un paso trasandino en la región sur del país. Casualmente, el hijo de un cacique que sabía leer contó a su comunidad las intenciones de Treutler quien, desenmascarado, ya no pudo seguir fingiendo sus verdaderas intenciones, escapando de noche a todo galope de una muerte segura.
Un análisis
El libro de 1882 reeditado por Cagtén Ediciones abre con un estudio preliminar del historiador Sergio Caniuqueo, que nació y vive actualmente en Temuco. Luego de estudiar Pedagogía en Historia en la Universidad de La Frontera en 1996, ejerció cinco años como profesor para después dedicarse a la investigación y consultoría en el tema mapuche.
Caniuqueo recuerda que llegó a Pablo Treutler cuando estudió las crónicas de viajeros del siglo XIX y que era muy difícil leer a Treutler porque lo único que había era una fotocopia ya borrosa de la primera edición. "Una de las gracias de leer crónicas de viajeros es que el tono es coloquial, son testimonios de sujetos que cuenta anécdotas, sus visiones y proyectos. En el caso de Treutler lo que resalta es cierta visión capitalista y el espíritu colonialista del siglo XIX".