Vientos de carnaval
El viento corre por los montes y quebradas, trayendo el clamor de los cerros tutelares, en donde mora Tata Yusa. El viento trae el calor y la fuerza del Tata Inti y se dispersa por los dominios de la Pacha Mama, anunciando que se aproxima el tiempo de Carnaval, el tiempo del descanso tras la larga jornada anual de siembras y cosechas, y que viene el jolgorio, el baile y las fiestas, antes de preparar el cuerpo y el espíritu en la Cuaresma, para el recogimiento de la Semana Santa.
Los Abuelos se regocijan en su descanso eterno en el seno de la Madre Tierra. ¡Ya viene el Carnaval! Su legado sigue vigente, más vivo que nunca, en esos grupos de danzantes, en donde predominan los rostros morenos, pero que también admiten a blancos, rubios y de todos los tonos del Arco Iris ¡Porque el Carnaval no tiene fronteras!
Desde los Tiempos Tutelares, como los ríos que, desde su nacimiento andino, van cruzando vastos territorios para, finalmente, confluir todos los cursos, como uno, en el inmenso mar, así veremos bajar, por las calles de la ciudad, los diversos y coloridos ríos de gente bajando, entre bailes, cantos y sonidos de instrumentos de bronce, tarkas, zampoñas, bombos y tambores, para concentrarse en el pie del Morro, aquel imponente gigante pétreo, el Maiku, que como Cerro Tutelar, que ha cobijado a sus hijos desde tiempos inmemoriales, se llenará de vida, nostalgias, alegrías y amor, mucho amor. Es el agua viva milenaria que confluye, que se une y que, además, trae la fertilidad en la unión de nuevas parejas, especialmente ente los jóvenes, que continuarán el afán eterno de otorgar más hijos a esta tierra amada. Es por ello que ese oasis al pie del Morro, conocido ahora como "Jamaica", no puede ser encerrado, enrejado. Porque allí confluyen los ríos humanos. Y porque el Carnaval es el tiempo del amor, el tiempo en que se minimizan los delitos, la violencia, la brutalidad.