Los primeros cuerpos pertenecen a la especie olivácea y el último registro pertenece a la especie verde, salvaguardada nacionalmente por Sernapesca. Son las nueve víctimas de un hecho que aún se investigan y sobre el cual se buscan aclarar las causas.
Rodrigo Naranjo, Presidente de la organización TortuArica, agrupación que realizó la denuncia, manifestó que estos hechos los tienen muy consternados "Lamentablemente nuestras hipótesis responden a la acción humana o a la acción de lobos, ya que no sugiere otras alternativas".
Colonia
La organización calcula que hay entre trescientas y cuatrocientas tortugas hembras que llegan a la región para alimentarse, lo que llama la atención es que en tan poco tiempo se hayan encontrado nueve tortugas decapitadas, explica la bióloga de la ONG, Katherine Ramírez.
Si bien no se puede pescar en la zona del Chinchorro o hacer deportes náuticos con motos de agua, según la normativa vigente, el llamado es a la comunidad a observar los sucesos medioambientales que ocurren en Arica y a denunciarlos a la Brigada de Delitos contra el Patrimonio y el Medioambiente de la PDI (Bidema), institución que cuenta con atribuciones para investigar estos hechos.
El 2014, el Concejo Municipal de Arica, aprobó la ordenanza municipal Nº2/2014 "Protección y Conservación del sector de La Puntilla de Chinchorro como hábitat de tortugas marinas". La Oficina Comunal de Medio Ambiente tuvo la tarea de diseñar este reglamento. De esta manera, se reglamentan las condiciones ambientales básicas y de acceso a actividades en el área designada. Entre las restricciones se encuentran la prohibición de ingreso de vehículos, prohibición de botar basura, prohibición de extracción de áridos; encender o mantener fogatas; instalar carpas; pernoctar, acampar; como cualquier actividad que afecte o pueda afectar el hábitat, su entorno y la permanencia de la especie en la zona designada.
Multas
En cuanto a las sanciones, se establecen multas que van desde 1 UTM ($42.431) hasta 5 UTM ($212.155), dependiendo de la infracción y la reincidencia.
Ana María Betancur
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