Semblanza de un hombre sencillo
Del profundo conocedor de las obras de nuestros dos premios Nobel, don Bellamín Silva Carrasco, podrían contarse muchas historias.
Mi favorita -por estar investida de una comicidad no exenta de ternura- es la que le aconteció en una escuelita básica. Invitado a disertar sobre el tema que lo apasiona, se explayó en la entrega de sus conocimientos sobre Gabriela Mistral y Pablo Neruda, para finalizar respondiendo las interrogantes que mantenían sus pequeños oyentes. Terminado el evento, se vio rodeado por algunos de los alumnos, rebosantes aún de curiosidad. De todos ellos, una jovencita fue quien tomó la iniciativa.
-Caallero, ¿le puedo preguntar algo?
- ¡Sí, por supuesto!, afirmó él, ante la perspectiva de aportar algún dato omitido durante su muy informada conferencia.
- ¿Por qué usted tiene tantos pelos en la oreja? -convino en consultar entonces la inocente criatura.
La inesperada interpelación, si bien no estuvo a la altura de sus expectativas literarias, llenó su espíritu de regocijo.
Esta anécdota, que él mismo se complace en narrar, viene a humanizar aún más su figura.
Nuestro ilustre amigo no es un personaje que se ande con muchos rodeos a la hora de seguir la voz de sus impulsos. Don Bellamín es uno de esos seres que, al sentir la llamada de un estímulo, no se queda en la simple reflexión. Muy por el contrario. Él, movido por su arrojo, lo convierte en hechos.
Así lo hizo, en su juventud, con los estudios sobre Gabriela Mistral y Pablo Neruda, logrando convertirse en erudito autodidacta y custodio de documentación inédita en todo lo concerniente a ellos. Y su sapiencia no descansa allí, abarcando un amplio campo de la literatura nacional y universal. La elevada índole de sus conocimientos no impide que sea también un connotado historiador del fútbol nacional.
Don Bellamín Silva Carrasco, con determinación y perseverancia -y a la serena luz de una existencia modesta- ha logrado conquistar un honorable lugar, en el podio que lleva a la trascendencia.