El escritor que viajó hacia el centro de sus tormentos
El argentino Pablo Ramos va hasta el fondo de su existencia y escritura en "Hasta que puedas quererte solo".
Un eje de su obra es lo que ofrece Pablo Ramos (1966) en un libro que llegó a Chile a comienzos del otoño, tras un segundo semestre del 2016 entre los más vendidos en Argentina. "Hasta que puedas quererte solo" (Alfaguara) ha sido definido bajo distintos géneros, pero su estructura no varía por los moldes: a partir de cada uno de los doce pasos de Alcohólicos Anónimos, un tratamiento que debiera llevar hacia la sanidad y la redención, entrega una prosa sin sentido cronológico, que contiene una honda reflexión acerca del consumo excesivo de bebidas y drogas, abriendo un álbum personal que habla tanto de su experiencia como la de quienes la acompañan.
Algunos vienen de vuelta de otras obras anteriores del novelista argentino, como "La ley de la ferocidad" (2007) o "En cinco minutos levántate María" (2010), enfrentando en esta segunda oportunidad nuevos destinos que les hacen justicia, articulando la posibilidad de abrirse a otros o dar cuenta del crecimiento espiritual y literario de Pablo, que esta vez no ocupa el alter ego de Gabriel.
-¿Qué es más fuerte: el alcohol o el destino?
-El alcohol y la cocaína tuercen al destino, no necesitas sufrir todo eso que sufriste. La literatura es más fuerte que el destino, que el alcohol y la droga. Por eso pongo en abismo la vida de Andrea, supongo que la hija de Andrea va a tener la vida que ella debía vivir, y eso lo inventé. La literatura es lo más fuerte que tiene la humanidad, querido amigo. Si volviera a empezar, volvería a ser escritor, porque todo lo puedo acomodar, todo eso que se me fue de las manos. Puedo demorarlo mucho tiempo, viviendo, esperando, leyendo lo que escribí, porque un hombre es el que hace lo que debe, no el que hace lo que quiere ni el que hace lo que puede. Ese es el hombre que yo quiero ser, porque nunca hice lo que debía hacer. Es hora de que empiece.
-¿Por qué se genera una corriente mística en el libro?
-El "realismo místico", que inventé, según la escritora colombiana Laura Restrepo, también aparece en "La Ley de la ferocidad". Mis personajes siempre se relacionan con Dios, porque lo odian o porque no lo odian tanto. Acá era más necesario, porque es una exigencia del tratamiento, que pone la condición de tener un poder superior en la manera que uno pueda concebirlo.
Yo reflexioné sobre cuál es mi poder superior más allá de mi educación católica. De alguna manera mi fe y mi escritura es la de un católico, no sé si me aceptaran ellos. Creo que lo más interesante del libro es la idea de Dios, que es la posibilidad de habitar la ternura. Lo contrario del odio, que es lo inhabitable.
-Casi todos quienes protagonizan el libro, incluyéndolo, portan su nombre real. ¿Por qué cree que ellos aceptan poblar estas narraciones?
-Creo que esto tiene que ver con hacer entender a la sociedad que tiene que haber un cambio con respecto al adicto, con la persona que sufre una adicción. No es un problema moral, es un enfermo, si se quiere. No es un vicio. Como hay información sobre el tratamiento del VIH o de dializarse toda la semana, no se siente la vergüenza que tiene una persona que sufre la cocaína.
-Al trabajar con la realidad elige un formato de historias que ha sido definido como novela o cuentos, pero está más cerca de la no ficción. ¿Cómo llegó a este modo?
-Lo entendí gracias al cineasta alemán Werner Herzog, el artista contemporáneo vivo que más admiro junto al escritor colombiano Fernando Vallejo. Él usa una estructura documental para su ficción y una estructura de ficción para sus documentales y el resultado es formidable. En "Hasta que puedas quererte solo" es fundamental la estructura. Las crónicas son contadas como cuento y el libro tiene una estructura de documental. En un momento yo tuve que decir: este tipo existió, por Rolando, esto fue verdad, porque es increíble que exista esa persona, está por fuera de la imaginación de cualquiera.
-¿Por qué decide preservar su barrio en su literatura?
-Porque me niego a creer en el posmodernismo, creo en una postura previa. Roberto Arlt decía escribir con la potencia de un "cross a la mandíbula" la respuesta estética a ese problema moral. Quien decide escribir en un ambiente neutro no entiende ni de qué se trata la gran literatura. Jorge Luis Borges escribía de Buenos Aires mano a mano. Tengo la posibilidad y responsabilidad de cargar una cruz, los que no entienden nada de literatura hablan de naturalismo, ni siquiera saben de lo que hablan. Yo soy un escritor moral. La belleza implica conciencia.