Gumucio: "Soy un gallo que no hay que tomar en serio"
"El galán imperfecto" es una novela de sexo casi sin actos sexuales. El nuevo trabajo de Rafael Gumucio trae amor, relaciones maternales y operaciones, tiene mucho de autobiográfico y busca, como su autor, provocar.
Es primera vez que Rafael Gumucio escribe una novela de amor. Ni él se esperó que la historia de "El Galán imperfecto" (Random House) mutara de lo que partió queriendo ser un libro cómico, al reflejo de lo que muchos en los tiempos actuales sienten frente al sexo y las relaciones de pareja. Gumucio cuenta que ni su mujer se lo esperaba. "Le gustó porque le demostré al final que soy capaz de tener algún tipo de sentimiento amoroso", comenta.
Gumucio -periodista, escritor, locutor radial, director del Instituto de estudios humorísticos de la Universidad Diego Portales- traga rápidamente unos cortes de carne semicruda untados en mostaza mientras bebe una copa de champaña en el Baco. Así, entre sorbo y sorbo, explica lo que es ser un "galán imperfecto".
-¿Cuántas veces lo has sido?
-Incontables veces. O más bien quizás he sido el galán perfecto, porque la mayoría de las veces ellas no se han dado cuenta de que yo existo.
En la novela, Gumucio nos presenta a Antonio, un hombre de 33 años traumado con el sexo. Además, tiene un problema que lo obliga a someterse a una circuncisión mientras su novia más joven que él está de viaje con amigas por el Sudeste Asiático.
-Hablar de problemas sexuales es un poco tabú. ¿Por qué quisiste exponerlos?
-Porque es tabú y a mí me excita lo que está prohibido, me gusta hablar de cosas que no se hablan y lo hago porque, a pesar de ser tabú, es muy común la incomodidad de los hombres y las mujeres con el sexo. El sexo tiene una muy buena publicidad, pero es una publicidad muy engañosa.
-¿Cómo es tu relación ahora el sexo?
-Soy el pene más famoso en la literatura en español, igual es una gracia. A mí como ser prehistórico todavía me cuesta entender que el sexo sea placentero e irresponsable y la maternidad todo lo contrario: seria, responsable, cuidadosa. No entiendo que de algo que hice curado una noche sale esto que me obliga a no tomar más. El sexo es un misterio.
-¿Sabes escuchar a las mujeres?
-Mucho. Y tengo una técnica infalible. Los hombres chilenos escuchan a las mujeres como por 20 minutos, por decirte una cifra, y al minuto 21, como las mujeres no están acostumbradas a que las escuchen, ya no saben qué decir. Entonces empiezan a decir la verdad y al minuto 25 ya están desnudas. Dicen todo en poco tiempo.
-Dijiste que las mujeres te asustan y en tu casa son todas mujeres.
-Son un agujero negro, los agujeros dan miedo. ¿A quién no le da miedo un hoyo? Hundirse en un lugar donde no sabes qué va a pasar contigo y dejar un pedazo de tu cuerpo hundirse en algo que no es tuyo, da miedo. Y de ahí salen cosas que no sabes qué es lo que son. En la prehistoria, les costó muchos a los hombres relacionar el acto sexual con los embarazos.
-En el libro presentas una situación muy chilena: las familias con padre ausente.
-Exagerando, está la idea de que el mundo está dominado por las mujeres y los hombres están castrados. Lo que más existe son los hombres abandonadores. Si tú les preguntas a las mujeres cuál es el problema con los hombres, no va a ser la violencia, va a ser el abandono. El hombre chileno prefiere como forma de castigo a la mujer, irse, y yo creo que son hombres muy incapaces de quedarse. Generalmente son muy cobardes.
-Y tú, ¿te quedas o te vas?
-Me cuesta mucho irme. No es por hacerme publicidad, pero generalmente mantengo relaciones largas. Las relaciones con mis amigos, incluso con mis enemigos, son muy largas. En general no corto con nadie. A veces he querido no ver más a alguien, pero no he podido. Me cuesta mucho abandonar.
-Siempre protagonizas polémicas. ¿Hay que tratarte en serio?
-Me encanta molestar, pero para entretener. Me entretiene gente como Donald Trump. Me gusta que exista, no que sea presidente, pero le da sabor al debate. Es como el ketchup: no es un buen alimento, pero a veces uno le quiere echar ketchup a las cosas.Y bueno, llevo una vida entera explicando que yo soy un gallo que no hay que tomar en serio. Pero la verdad es que encarno fantasmas que la gente quiere oír, siempre he dicho lo que mucha gente piensa y no dice. Nunca he cerrado la puerta del baño y no siento ni un pudor. Lo mismo me pasa con las verdades que la gente piensa. Alguien tiene que decirlo.
-¿Por qué te gusta provocar?
-No sé, me lo he preguntado muchas veces. Siempre fui así. Es una mezcla entre mi padre y mi madre, que no deberían haber sido padres de nadie, eran dos personas muy raras. Hay una herencia familiar, histórica, un momento. Yo nací el 70 y se me definió mucho ese rol de decir la verdad. Es una vocación y he intentado buscar una alternativa. Mis padres también lo intentaron, pero no lo logramos. Intentamos que yo no fuera el niño sabio, el florero de mesa, pero prefería ser un mono de circo. No es una buena idea, pero estoy intentando que mis hijas sean así.
-Ser chico y flaco, ¿es peor que se chico y gordo?
-Yo era chico y flaco y das una imagen de fragilidad que a las mujeres no les gusta. A las mujeres no le gustan los chicos, básicamente, pero chicos y flacos, menos. Es como que están con un alfeñique. Pero yo he tenido una ventaja; me he parecido mucho al papá de las chicas con que he salido, entonces por eso me visto un poco como un caballero. Ese ha sido mi truco, parecerme al papá.