Editan antología de Antonio Machado, poeta irrenunciable
Ediciones UDP acaba de publicar un nuevo libro del autor sevillano. Son 180 páginas seleccionadas y prologadas por el periodista y editor chilenoAndrés Braithwaite y por el crítico español IgnacioEchevarría.
Un poeta irrenunciable. Así definió a AntonioMachado (Sevilla 1875, Collioure 1939) el filósofo Julián Marías en el prólogo de una antología que hizo para Salvat en 1971. Aunque el vate español sigue siendo uno de los poetas modernos más importantes de Iberoamérica y sus versos se anclaron a la voz del Serrat más clásico, a veces su voz se diluye.
Por eso este añoMachado recibe un nuevo aire con una antología trabajada por una doble lupa: la del editor y periodista chileno Andrés Braithwaite y la del crítico literario español Ignacio Echevarría, quienes seleccionaron y agruparon decenas de sus poemas bajo el misterioso nombre de "Para qué sirve la sed", un libro que acaba de publicar enChile Ediciones Universidad DiegoPortales.
Varios poetas
Llama la atención de los prologuistas el amplio horizonte de razones que esgrimen los lectores de Antonio Machado para encumbrarlo entre los mejores poetas modernos. Sin formar batahola, la variedad de criterios obviamente también habla de la riqueza del autor y la importancia del calado que provocan sus palabras.
Hay quienes entraron a los versos de Machado a partir del perfil trágico que se alzó tras su desoladora muerte en 1939, días después de haber huido a Francia, enfermo y con su anciana madre también moribunda, en medio de la Guerra Civil Española. Para otros es el solitario caminante de rutas y sendas, guiado por una brújula zen, un viajero que piensa, recuerda y canta sumido en el silencio y el paisaje.
La mirada del niño que fue también remece con sus recuerdos de limoneros encendidos en Andalucía o las escolares tardes pardas en Madrid mirando la lluvia mientras el profesor declama. O bien la del cantor plantado en medio del gentío que asimila la esencia de lo popular para destilarlo en versos de resonancias universales, míticas, como ese verso único que fue encontrado dentro de su bolsillo al momento de su muerte: "Estos días azules y este sol de la infancia", un perfecto alejandrino que destila la esencia de Machado; o aquel otro que sentencia definitivo y melancólico que "se canta lo que se pierde".
Correspondencias
A la hora de ver nexos entre Machado y nuestra tradición poética, los autores extienden el influjo de su voz desde Nicanor Parra hasta Jorge Teillier. Incluso reparan en las filiaciones entre el esfuerzo del poeta con su "Cancionero apócrifo", que inventa una lista de poetas, ensayistas y filósofos inexistentes, con la empresa que medio siglo más tarde emprendería Roberto Bolaño con su literatura nazi en América. Hijo del reputado folclorista Antonio Machado Álvarez, llamado "Demófilo", y de Ana Ruiz y Hernández, cuenta el niño Antonio que sus padres le repetían, para su gozo infantil, que se habían conocido entre el gentío que se formó, a la orilla del río Guadalquivir en Sevilla, cuando dos delfines equivocaron de camino y se adentraron en el río. Esas mitologías poblaron su niñez y, de alguna manera, le dieron fuerza para soportar una vida de penurias y ausencias.
Andrés Braithwaite no recuerda ningún poema en particular como "el" poema de Machado que lo hubiera capturado la primera vez que lo leyó, pero sí logra acordarse que fue una pequeña antología publicada por Editorial Quimantú, ahí por 1971 o 1972, la que mantiene en su memoria.
"No recuerdo ningún poema en particular, sino una especie de emoción general que a los 12 o 13 años me causaba la lectura de ese libro. Ignoro por qué: simplemente me calaba los huesos. Poco después me enteré de la existencia del disco de Joan Manuel Serrat. Al principio lo detesté, porque cantaba los poemas de una manera muy distinta a como yo los 'oía', pero luego le pillé el punto, lo que me hizo meterme en otros intersticios de Machado", recuerda Braithwaite.