El municipio anunció que pondrá en marcha un plan de retiro de vehículos mal estacionados, particularmente sobre las nuevas aceras que se están instalando, para evitar que estas obras sean destruidas por el mal uso que le dan algunos conductores. El procedimiento se realizará mediante la grúa con que cuenta, y los móviles serán dejados en el corralón municipal.

El problema del mal uso que se da a los espacios públicos si de estacionar vehículos se trata, se ha convertido en un mal endémico de Arica. Es complicado esperar que sea diferente, si se considera que la ciudad tiene un parque automotriz sobredimensionado, con más de 70 mil vehículos movilizándose por calles, muchas veces, estrechas.

El alcalde Gerardo Espíndola se refirió al individualismo, a cierta manifestación de egoísmo en quienes no piensan en los trastornos que puede generar el dejar un vehículo en la vereda. Los trabajos se encuentran en plena ejecución y buscan hermosear la ciudad, ordenarla y darle aquellos atributos que tantas veces la comunidad reclama, pero que pocas veces pareciera cuidar, a la luz de los hechos.

Sin embargo, hay un aspecto probablemente más relevante relacionado con los problemas de estacionamientos en el centro. El dejarlos en las aceras no sólo afecta a la infraestructura pública, sino que también pone en riesgo a las personas que deben caminar por las calles, debido a que el lugar determinado para su tránsito se encuentra ocupado por vehículos.

Las normas relativas al estacionamiento de los vehículos tienen una relación directa con la seguridad y el orden vial. Nuestra ciudad sabe muy bien de los efectos que provoca en el tránsito, por ejemplo, el que existan autos aparcados en donde no corresponde.

Y cuando la buena voluntad, la empatía y la responsabilidad no funcionan, es tiempo que los organismos pertinentes tomen medidas, como es el caso de lo que está anunciando la municipalidad. Esto, luego de reconocer que hay jornadas en las que sólo durante una mañana se han cursado decenas de infracciones. Es tiempo de terminar con este desorden.

En una pequeña obra de Belisario Gómez sobre Arica se lee: "habría que nombrar una comisión entre los hacendados y subir a la laguna de Chungará para estudiar el traslado de las aguas hasta Azapa…" Así se narraba en 1945 el inicio de la mayor obra hidrográfica de Chile, que era la canalización para captar parte del caudal del Lauca y bajarlo hasta el valle de Azapa. La odisea terminó en 1962 cuando se gira la manivela que levanta la compuerta y da paso a la bajada de las aguas hasta el valle. Hacemos remembranza de esa titánica tarea que era traer las aguas hasta el valle porque de su éxito dependía el futuro de Arica y del valle.

Hoy nos encontramos en una situación similar. Si queremos mantener nuestros valles y que la población urbana aumente, debemos hacer todos los esfuerzos para poder regular el uso del agua. Los habitantes de esta región sabemos de la falta de agua. Se debe considerar que en los últimos años se ha triplicado la superficie de terrenos agrícolas y ello, obviamente, demanda mayor cantidad de agua para el riego a lo que se suma que la población urbana crece y demanda también más agua.

Por ello desde el Gobierno Regional estamos trabajando en alternativas de solución como son el entubamiento del canal Azapa que lleva casi un 70 % de avance y que favorecerá el desarrollo de la agricultura del valle y la renovación de una infraestructura de data de los años sesenta.

La mayor inversión en esta área es la construcción del embalse Chironta, que desde el año pasado se encuentra a la espera de la toma de razón en la Contraloría General de la República para su adjudicación e inicio inmediato de obras que almacenará 17 millones de metros cúbicos porque así como ayer era imperioso bajar las aguas, hoy es indispensable almacenarlas.

Sin duda el embalse de Chironta controlará las crecidas y permitirá diversificar y masificar tanto la agricultura y la ganadería del valle de Lluta y en cuanto al embalse de Livílcar para Azapa, estamos realizando el estudio de impacto ambiental.

Como en 1962 se abrió la compuerta que dio paso a las aguas para el valle y la ciudad, hoy estamos abriendo las compuertas para que su regulación nos permita conservar nuestros valles y enfrentar periodos de sequía.