Esta semana será recordada por dos momentos, si no histórico, de una gran importancia para la ciudad. Se trata de dos iniciativas privadas que contribuirán a mejorar la calidad de vida de los habitantes de la región, y en especial de Arica misma. Temprano por la mañana aterrizaba en Chacalluta el primer vuelo de la línea aérea boliviana Amaszonas, que comenzó a operar este 27 de marzo, uniendo el norte del país. Cuando las actuales líneas aéreas comerciales que están operando en la región, anunciaron que dejaban de cubrir rutas como Iquique, Antofagasta, Copiapó y otras, la reacción de la comunidad fue de decepción y desencanto.

Lo cierto es que se trata de una iniciativa privada que si bien vino a cubrir una necesidad que presentaba el mercado, también permite acerca a las ciudades del norte y contribuir a su conexión, tan importante a la hora de hablar de descentralización.

Y el segundo hito que marcó el inicio de semana fue la puesta de la primera piedra del futuro Mall Plaza Arica. Los trabajos se iniciaron hace meses, sin embargo, esta tradición permitió también conocer nuevos alcances del proyecto y además, insertarlo como parte del desarrollo de la ciudad.

De hecho, esta actividad contó con la presencia de una serie de autoridades regionales, comunales y representantes del mundo privado, lo que habla del interés transversal que despierta esta inversión, y de las oportunidades que genera. De hecho, en estos momentos ya hay 500 personas trabajando en la construcción del complejo comercial, y se espera llegar a un peak de 700. Y cuando el mall esté funcionando, se espera que la cifra de empleos que genere se empine por sobre los mil. Se viene también ahora la construcción del strip center que se levantará precisamente frente al mall, lo que generará aún más dinamismo en el campo de la construcción y posteriormente, también más oportunidades laborales en el rubro del comercio y los servicios.

Sin duda se trata de un momento muy interesante en términos económicos para la ciudad de Arica y la región en general. Un momento que se debe saber administrar.

Por razones de estudio mi hermano mayor vivía en Arica, al cuidado de nuestra abuela paterna. La anciana, propietaria de un carácter drástico y amargado, no tuvo miramientos a la hora de exigir e imponer en la vida del menor a su cargo.

Esta separación influyó de diferentes maneras en ambos. Yo fui sobreprotegido por mi madre, debido al carácter intimidante y hasta brutal de mi progenitor, hecho que acabó por darme un carácter tímido y retraído. Mis juegos eran siempre en solitario y con figuritas que hacía de cualquier material que se prestara a ello, y que más tarde perfeccioné en cordel. Cortaba dos trozos, atándolos en cruz, para luego deshilachar un poco los extremos, buscando darles algún grado de semejanza humana.

Para confeccionarlos, me había inspirado en una vieja película presentada en el "Cité", donde era habitual que presenciáramos las veladas de fin de año y otros espectáculos que demandaran algún grado de solemnidad. Antes se había presentado un mago, haciendo bailar un huevo al extremo de un puntero, al compás de un desentonado e irreverente "huevo, huevito, huevón". Sobre este delgado instrumento, equilibraba un sinnúmero de objetos hasta arribar al frágil afán de gallos y gallinas el que, al final, dejaba caer, demostrando que no había truco alguno, sólo magia simple y pura.

Pero en algún momento de mi niñez recibí un regalo extraordinario. Un tren proveniente de Arica lo trajo. Me lo había enviado mi hermano, compadecido, sin duda, por las figuras contrahechas con que yo jugaba. Eran unos pequeños soldaditos de plástico. Congelados en marciales posturas, y confeccionados en material barato, sostenían un fusil ridículamente torcido que yo, con infantil constancia, insistía en enderezar.

¡Cuántas gestas heroicas forjó mi imaginación, gracias a esos rígidos soldados de plástico, transmutados por mi fantasía, en los más valientes guerreros vistos jamás en batalla. Fueron, durante mi más tierna infancia: ¡la gloria misma!