Como casi todos los años, finalizado el Festival de Viña quedan los recuerdos, las imágenes de la ciudad, algo de la polémica que siempre acompaña al espectáculo, la repetición en la televisión de las presentaciones de los artistas y, poco a poco, las nuevas noticias van olvidando el verano festivalero. Sin embargo, hace ya tiempo que particularmente respecto del humor la polémica generada no es menor.
En efecto, la discusión por el vocabulario y hasta los temas con los que los humoristas invitados buscan cautivar la audiencia no es solo un recurso para evitar ser alimento del monstruo. La polémica que viene generando todo aquello es el reflejo de la confrontación de dos visiones respecto a cómo nos comunicamos los chilenos por un lado y el cómo deberíamos hacerlo, por otro.
En una oportunidad y esperando que una escalera mecánica de un mall me llevara a un segundo piso tuve la oportunidad de escuchar a una adolescente hablar por celular. Sus recursos eran notables, de diez palabras siete eran garabatos y lo restante eran artículos; seguramente Ud. tendrá varias experiencias parecidas. Si así hablamos los chilenos o una parte de nosotros, entonces una visión dirá que eso puede y debe reflejarse en cualquier escenario donde se muestre lo que somos, decir o hacer otra cosa sería hipocresía o algo parecido.
La otra visión pedirá que el vocabulario y los temas sean apropiados según el lugar, la audiencia e, implícitamente, que estos hagan una contribución efectiva a mejorar el cómo hablamos los chilenos.
El punto es que, ya se sabe que un país desarrollado no es solo ingreso; en términos simples no es solo tener televisores, autos, y casas. Y aunque parezca exagerado, quizás en el futuro lo que realmente diferencie a las personas sea la variable comunicación y las capacidades respecto de ella para interactuar en el mundo. Si esto es así, ¿Quiénes en la sociedad chilena están aportando para un mejor futuro de nuestro país?