No puedo negar la sorpresa que me produjo las reacciones a la columna escrita la semana anterior. La despaché desde Temuco, tras terminar -junto a mis compañeros de la Fundación Ganamos Todos- una maratónica capacitación de 16 días a 675 dirigentes de las 32 comunas (ya escribiré más adelante de este proyecto) y no dejaba la zona cuando ya tenía varios mensajes respecto de lo publicado.
Uno provenía de un periodista, quien fue más bien crítico de mi gestión en la ANFP, que me felicitaba por lo escrito.
Como no recordaba que hubiese desarrollado un talento literario especial en el texto, releí lo despachado.
Mientras lo hacía, crecían las repercusiones.
Entonces decidí investigar. Y me encontré con la gran sorpresa de que el ruido no provenía por proponer una nueva modalidad para los sistemas de trabajo de las selecciones menores; tampoco tenía que ver con el perfil del candidato a dirigir las selecciones.
Las reacciones más bien venían por el simple hecho de hacer una pública autocrítica en mi labor como presidente del fútbol chileno.
Siempre he sido muy crítico de lo que hago. Hay muchísimas cosas que debí hacer mejor (partiendo por haber tomado más en serio los estudios, desde la básica hasta mi posgrado) en cada acto que emprendí.
Por ejemplo, cada vez que me preguntan en qué no estuvimos bien en el fútbol chileno mientras lo presidí, no escabullo la respuesta: "No haber sido capaz de convencer a los presidentes de los clubes de que la continuidad de nuestro proyecto traería nuevos y mejores beneficios al fútbol chileno y, por ende, al país".
Lo que digo, pues, es lo que pienso. Pero no siempre puedo actuar así.
El lunes caminaba tranquilamente por Santiago y me encuentro con un amigo: "¡Cómo es eso de hacer un mea culpa! No tienes que hacerlo ni siquiera en privado", me dice.
Quedé de una pieza.
Me cuesta entender una sociedad así. Una comunidad donde cada uno de nosotros creemos que todo lo hacemos perfecto y que nunca hay ni habrá lugar para reconocer que las cosas pudieron ser mejor o, simplemente, que no lo hicimos bien.
Desconozco las razones para esta actitud que está tan presente (pues esa noche me hicieron ver lo mismo en Copiapó y el miércoles me preguntaron sobre el tema en Coquimbo) en nuestro diario vivir.
Pareciera que la palabra fallé está prohibida (ni hablemos de fracaso, pues esa parece ser un insulto).
Hace unas dos décadas descubrí la palabra resiliencia (que en Estados Unidos usan hace bastante tiempo) y creo que su significado (capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas) debe estar siempre presente en nuestro diario vivir.
Porque en la vida nos vamos a caer, una, cien, mil veces y debemos levantarnos siempre. Para hacerlo, lo principal es saber los motivos de la caída. Y compartirlos con otros para enmendar rumbo y evitar que estos golpes de la vida se repitan.
Creo que ahí radica la principal falencia del fracaso de la Sub-20: no ser capaces de entender las razones que nos llevaron a ver desde tan lejos la fase final del Sudamericano de Ecuador.
Yo la puedo resumir (y esto también vale para la Sub-17): no se prepara a los seleccionados menores para mejorar su formación; lo hacen para la alta competencia, que requiere de un trabajo acorde a los tiempos que corren.
*Ex presidente de la ANFP y presidente de la fundación Ganamos Todos, dedicada a conectar el deporte con el desarrollo de las personas, aportando a la prevención de la vida sedentaria y el sobrepeso, a través de la práctica deportiva. / www.ganamostodos.cl"