Nuestra realidad
Los recientes Juegos Olímpicos de Río mostraron que las exigencias y el nivel de profesionalismo que exige el deporte de alta competencia, para estar en la elite mundial, es casi sólo patrimonio de los países desarrollados. Salvo distantes excepciones de lo ocurrido en Sudamérica, el resto de los mejores resultados se reparten entre naciones que han prodigado planes y recursos destinados a hacer de sus deportistas verdaderos fenómenos competitivos.
Están los casos del atleta Usain Bolt; la gimnasta Simone Biles; el nadador Michael Phelps, por nombrar algunos, que quedarán en la memoria colectiva por muchos años, y que más allá del talento y las condiciones físicas innatas que poseen, son fruto también de un trabajo concienzudo y dirigido para formar atletas exitosos.
Transcurridos ya varios días desde la cita máxima del deporte mundial, hechos ya los análisis y las reflexiones incluso individuales del desempeño de los representantes de nuestro país, sin duda que queda una mirada distante, lejana y realista de lo que realmente Chile es en términos olímpicos.
Las opciones reales de Chile eran muy bajas. Dicho y hecho, nuestros atletas obtuvieron sólo cuatro diplomas olímpicos (se otorgan a finalistas o a quienes se ubiquen al menos en octavo lugar): la triatleta Bárbara Riveros, la lanzadora de bala Natalia Ducó, el gimnasta Tomás González y la pesista María Fernanda Valdés, en una delegación de 42 deportistas.
Chile gastó US$ 10,5 millones en la preparación de los deportistas, una cifra alta, pero absolutamente menor al lado de las potencias. Desde el Instituto Nacional del Deporte se hizo un análisis a la altura de las circunstancias: se esperaba resultados de quienes iban con pergaminos y de alguna manera decepcionaron, pero en el fondo, nuestro país busca una preparación a largo plazo y cumpliendo con metas modestas.
En términos simples, Chile no ve el deporte de alta competencia con la misma óptica de países como Rusia, China, Estados Unidos y otros que van derechamente a competir. No existen planes ni recursos, quizá tampoco una cultura que sean comparables. Y eso hay que tenerlo claro.
¿Qué entendemos por droga?
Se suele hacer una distinción entre droga y medicamento, pero el término droga es más amplio y abarca, además de los fármacos o medicamentos, los venenos, drogas de abuso, sustancias recreativas y otros químicos concebidos para mejorar la calidad de vida. Paracelso escribió en el siglo XVI, que la dosis determina si una sustancia es venenosa o sanadora, ya que toda sustancia en dosis excesiva puede convertirse en letal. La medicación excesiva y el abuso de narcóticos han provocado numerosos problemas con resultados fatales como los casos de Elvis Presley y Michael Jackson quienes fallecieron trágicamente a consecuencia de medicamentos erróneamente prescritos por sus médicos. También el uso indebido de fármacos ha eclipsado su función médica al ser comercializados con otros fines como es el caso de las hormonas de crecimiento y anabolizantes, creadas para tratar niños de talla pequeña o para ganar peso corporal en pacientes enflaquecidos, que han sido usadas por atletas para mejorar su rendimiento. Otro ejemplo es la Heroína que, concebida como sustituto de la Morfina ha acabado convirtiéndose en una lacra social. No obstante lo anterior, la síntesis de drogas ha permitido descubrir medicamentos que han frenado, controlado, e incluso curado enfermedades que en un tiempo se consideraban mortales, como el SIDA, que ha reducido su mortalidad en un 80%, también los anticonceptivos orales han significado grandes ventajas para las mujeres en el campo sexual, social y económico; y que decir de los anestésicos y sus beneficios en la mesa de intervenciones quirúrgicas complejas. Pero no solo la finalidad de las drogas debe ser la curación o tratamiento de las afecciones graves, hay sustancias que nos hacen sentir mejor y mejorar nuestra calidad de vida. Fármacos como el Viagra aumentan o recuperan la función sexual masculina, mientras otros tienen efectos estéticos y ayudan a bajar de peso o fortalecer el crecimiento capilar.