Ayer, el Dr. Bernardo Arriaza escribió un nuevo capítulo en la serie de desayunos análisis Visión Regional. Un capítulo de enorme relevancia y gran interés, al exponer los desafíos presentes y futuros que tenemos como sociedad regional respecto a la cultura Chinchorro.

Vale considerar que Arriaza postula en estos momentos a ser el Premio Nacional de Historia, debido a su intenso y profundo trabajo académico y científico en torno a esta cultura que tiene como principal característica el ser conocida mundialmente como la primera en tener un sistema funerario complejo y altamente elaborado, en toda la historia humana conocida.

Esta realidad plantea una serie de desafíos y a la vez, miradas reflexivas en torno al lugar y la importancia que le hemos dado a esta cultura, como también a la manera en que abordamos el futuro al respecto. Tal como hemos comentado en otras oportunidades, Arica debe asumir un papel protagónico respecto a la vinculación que tiene con este patrimonio. No puede ser de otra forma. De lo contrario, estaríamos desperdiciando una característica identificadora de esta tierra a nivel mundial.

Hoy podemos ver con preocupación el terreno que como sociedad regional y nacional hemos perdido en ese sentido. El hallazgo de momias en esta gran necrópolis que es Arica, no puede ser un estorbo para su desarrollo, sino todo lo contrario. Hoy es indispensable ver cómo podemos recuperar parte del tiempo perdido.

Como lo manifestó el mismo Dr. Arriaza, debemos ver cómo vamos a conservar, mantener y proyectar al mundo este patrimonio tan propio de nuestra región. Cómo lo preservamos in situ y cómo se pueden poner en valor estos sitios, como ha ocurrido en otros países.

Se trata de un gran desafío que tiene la ciudad y la región. Un desafío que requiere de propuestas concretas y especialmente de liderazgos dispuestos a tomar este sello identificador de Arica y sistematizarlo. En otras palabras, hay un largo e importante camino por recorrer para hacer que nuestra región sea un hito mundial de la arqueología, con las momias más antiguas del planeta.

En estos últimos días, se ha destapado una polémica a nivel nacional respecto a la forma en que se ejerce la persecución penal por parte del Ministerio Público, y la falta de controles a que éste está sujeto.

En efecto, un reportaje del diario el Mercurio da cuenta de una serie de problemas que generan críticas por parte de los actores del sistema: interrogatorios intimidatorios, en que la gente es citada declarar como testigo, o sin indicarles que están siendo investigados, a fin de que concurran a declarar sin abogado. Las declaraciones además no dejan constancia de las preguntas hechas, ni del contexto. Las carpetas de investigación no son foliadas, lo que dificulta no sólo su orden sino también el control sobre lo que ingresa o no a la investigación. Por su parte, se denuncia que, contrariamente a lo que ocurría en el antiguo sistema, no existen mecanismos efectivos de control, ejemplificándose especialmente en el nulo resultado de las denuncias sobre filtraciones ocurridas tras el caso Penta.

Lo importante en casos como los señalados es que no nos estanquemos en la mera crítica o en las defensas institucionales, sino que podamos actuar sobre aquello que genera dudas sobre la imparcialidad, objetividad o justicia de las investigaciones. Grabar en video los interrogatorios policiales y las declaraciones en Fiscalía es algo que, hoy en día y con los medios tecnológicos disponibles, no tiene prácticamente costo, y permitiría despejar cualquier sombra de duda. Otro tanto puede decirse de la foliación de las carpetas investigativas, una pequeña medida que evitaría que existiera siquiera la duda sobre su contenido. Finalmente, se requieren también mecanismos efectivos para hacer valer las quejas, que no se reduzcan a que el órgano persecutor sea a la vez juez y parte. Todo ello puede ser un buen punto de partida para mejorar un sistema que entre todos construimos, y que queremos sea justo, transparente y eficiente.