Nuevamente Arica despertó ayer bajo una densa nube de humo negro que se extendió sobre la ciudad, debido a una quema que se registraba en cercanías del vertedero, en un basural clandestino. No es la primera vez que las quemas de basura y neumáticos generan escenas de contaminación ambiental tan lamentables e inquietantes.

El pasado 8 de diciembre, también una gran humareda visible desde distintos puntos de Arica, daba cuenta de un incendio de similares características en un sector cercano al vertedero municipal. Precisamente el camino al vertedero sería luego visitado por autoridades que constataron el basural que había en un terreno fiscal.

Antes de este episodio, también durante 2015, se registró una nueva y grave quema de llantas abandonadas, esta vez en el sitio de Linderos con Antártica, donde el fuego y la nube tóxica amenazaron a viviendas y departamentos cercanos.

Todos estos antecedentes muestran que es urgente que las autoridades actúen con más decisión respecto a este tipo de desperdicios. Nos enfrentamos a una realidad difícil: ya no se trata sólo de la basura que se ve en la ciudad y que indolentemente, vecinos dejan incluso, en sectores debidamente señalizados con advertencias de multas.

Ahora se trata de los efectos que deja el ensuciar nuestro entorno, la periferia de Arica, hasta donde llegan todos los desperdicios que no se quedan en las calles. El caso de los neumáticos viejos y abandonados es especialmente grave, debido a la contaminación que pueden provocar al incendiarse. A eso, se debe agregar que los mismos no se degradan naturalmente, convirtiéndose en un lastre, un pasivo ambiental que prolifera tanto dentro, como fuera de la ciudad. Nuestra ciudad, sus alrededores y toda su comunidad, sus vecinos y autoridades, debemos seguir trabajando para evitar que sigan aumentando los problemas y pasivos ambientales que se desarrollan a partir de la vida cotidiana, no mediante megaproyectos.

Eso nos hace más responsables, especialmente en casos como las quemas que se han visto en el último tiempo.

16 de marzo de 1986

Significativa fue la ceremonia con que la Brigada de Narcóticos y Drogas Peligrosas de la Policía de Investigaciones celebró su décimo aniversario. El director de La Estrella, Enrique Jorquera, entrega su premio al subcampeón del cuadrangular de fútbol jugado a propósito de esa celebración.

En un dilema se transformó lo ocurrido ayer cerca del mediodía, cuando era casi imposible el flujo vehicular por calles aledañas a San Marcos. Autos contra el tránsito, atropellos y los infaltables insultos.

Que el tiempo es relativo ya lo dijo Albert Einstein a principios del mil novecientos. Y aunque la polémica afirmación del físico alemán fue rechazada y hasta ridiculizada por la comunidad científica, acabaría siendo corroborada por astrónomos británicos, durante un eclipse solar en Isla príncipe, África.

La controvertida "teoría de la relatividad" -en extremo difícil de entender para quienes no poseemos un grado de preparación científica- introdujo el misterioso concepto de la "Curvatura del Espacio-Tiempo". En palabras simples, Einstein advirtió que todo en el universo es energía, y como la energía es materia, al ser sometida a cósmicas presiones se dobla, se curva. Esta deformación consigue hacer del tiempo algo flexible, relativo.

Aburrido ya de explicarlo una y otra vez, Einstein lo grafica humorísticamente ante un periodista: "Si un hombre permanece sentado durante un minuto en una estufa caliente, le parecerá que estuvo una hora sobre ella. Pero si besa, durante una hora, a una joven hermosa, creerá que solo transcurrió un minuto."

En ocasiones también los desconcertaba con alguna de sus singulares paradojas: "Si tenemos seis horas de diferencia horaria con otro continente, y un bebé nace allá a las tres de la tarde, siendo recién el mediodía para nosotros, ¿significaría entonces que ese niño aún no nace?

En lo personal debo decir que la teoría del alemán terció en mi vida, cuando recién estaba por los once años. Faltaban un mes para que llegara la navidad, y con ella los regalos, cuando participé en una curiosa experiencia ideada por unas primas. Ellas ataron una pestaña a un cabello y, luego de soplar, realizaron una extraña invocación: "Que el tiempo aprisa transcurriera". Medio siglo después -aunque juraría que fue solo ayer- caigo en cuenta que todos los que estábamos allí, al momento del conjuro, superamos hoy los sesenta años.

Einstein tenía razón, y el experimento de mis traviesas primas volvía a constatarlo: "El tiempo es relativo".