Una práctica contumaz
Entre los varios problemas complejos que existen en Arica, hay uno que resulta peculiar, porque en apariencia es de fácil solución, sin que resulte así en la práctica.
Nos referimos a la basura en el río San José.
Para muchos de los habitantes de los sectores cercanos a las riberas del cauce seco, este se ha convertido en un vertedero tradicional, disponible a toda hora y con una gran capacidad.
Ellos arrojan allí todo tipo de desperdicios al lugar, desde restos de comida a escombros y muebles viejos.
Eso fue lo que el 8 de enero retiraron voluntarios, hasta totalizar 200 toneladas, proclamando al término del operativo, con merecida satisfacción, que esa cantidad de material no sería arrastrado a la playa al bajar el caudal.
Sin embargo, pasaron 20 días para que el cauce luciera una imagen similar a la previa a la limpieza.
¡Cómo es eso posible!, pues simplemente porque el entusiasmo y preocupación de quienes libraron de basura el río no son compartidos por quienes ensucian.
Al parecer, las campañas y llamados a la conciencia ecológica y turística de la población no han sido suficientes.
No decimos que esta sea una situación mayoritaria o generalizada, basta una minoría indolente para llegar a este resultado.
Entonces ¿qué hacer?
En lo inmediato, y aunque resulte agotador, repetir la limpieza, ya que en cualquier momento las lluvias estivales en el altiplano pueden arreciar, provocando la bajada del río.
En el mediano plazo, aumentar la fiscalización para detectar y sancionar a los responsables de arrojar la basura a la caja del San José.
Pero junto con ello, es necesario revisar el calendario de recolección de los desechos domésticos en el sector y la disponibilidad de basureros, para darle a esos vecinos una alternativa razonable. Por último, serán necesarias medidas de largo plazo. Enrejar la ribera es una posibilidad, aunque no resulte muy estética. Ponerla en valor es otra opción, con equipamiento que haga que los vecinos se motiven a cuidar el entorno.