La realidad de los internos que ahora trabajan en construcción
El programa "Cimientos" les brindó la oportunidad de trabajar en las calles y reintegrarse, accediendo a beneficios laborales, que incluso los dejan en condiciones de tener empleo en empresas.
La reinserción social puede ser un doloroso camino para el que terminó preso en alguna de las cárceles de Chile, siendo visto como un delincuente sin perdón ni oportunidad, criticado y tal vez rechazado. Volver a empezar no es tan fácil.
Pero en ocasiones se abren oportunidades, como el programa "Cimientos" de la Cámara Chilena de la Construcción, que junto a Gendarmería y Sence, entregaron conocimiento y práctica a 17 internos de Arica, los cuales pasaron por las etapas de aprendizaje psicológico, teórico y práctico, para alcanzar la capacitación en materia de carpintería en obra gruesa y moldaje, la que fue celebrada el viernes pasado y en donde se pudo observar el rostro de los reclusos que pueden decir "lo hicimos".
De entre los beneficiarios, las historias de caídas y errores son variadas, cada uno llegó por distintos motivos a la cárcel, pero lo que comparten son las ganas de continuar trabajando en la construcción.
Emanuel Bermúdez, de 29 años es un talentoso artista, llamado "el calibre 10" en sus tiempos, ahora trabaja en una empresa afiliada al CChC.
"En lo personal, fue bastante bueno, yo anhelaba también tener una capacitación, he salido de la cárcel en ocasiones, en muchas ocasiones y siempre he querido poder reinsertarme, integrarme y sé que para lograrlo hay que tener un trabajo, es como la puerta de esta rueda giratoria, pero si nunca he trabajado en nada, no he tenido profesión, con este curso tengo la entrada para cualquier pega, para cualquier trabajo, con mi cartoncito y tener el conocimiento de algo laboral" indicó vestido de terno y corbata.
Empezaron como jornaleros, rompiéndose el lomo y tirando la pala, pero ahora ya están capacitados, avanzando en sus estudios teóricos y prácticos en otros oficios, e incluso sus jefes los tienen bien recomendados, "mi capataz nos buscaba desde Baquedano, porque al principio no teníamos para el pasaje" contó Bermúdez en su experiencia.
"El Calibre 10" ha tenido una vida dura, "mi experiencia ha sido bien traumática, crecí internado, regalado, desde pequeño metido en la delincuencia, toda la vida mi expediente ha sido eso, desde los 14 años, he sido mechero, bombero, las tenía todas, pero dentro de todo esto igual tuve mis sueños de formar una familia, pero cuando llegaba la policía se iba todo por la borda".
Emanuel aseguró que el cambio ha sido grande al obtener trabajo, "soy uno de los más activados en la pega, no flojeo, si para mí es algo nuevo, incluso le saqué una foto a mi primer callo, nunca había tenido un callo, hermano".
Cumple siete años y medio por robo con fuerza en lugar habitado, le quedan 3 años. Siendo reiterado debieron darle 12, pero en sus palabras, fue gracias a Dios que solo le queden tres años más de condena.
Simón, fue un estudiante universitario de la carrera de Arquitectura en Iquique, pero es originario de Ovalle. Por motivos personales vino a Arica, donde entró a la cárcel junto a su ex pareja. Ahora esta agradecido del programa y no planea volver a caer.
"Las oportunidades siempre están, es cosa de expandir un poco la visión, porque el miedo que tenía era salir y que se me cerraran las puertas, pero no fue así, tengo un trabajo estable, el tiempo pasa y uno debe tener espíritu de superación, porque imagínate, haber estado cuatro años estudiando y dejarlos en la basura, despertando en la cárcel, fue un golpe grande, en una ciudad que no conocía, pero por eso estas oportunidades son buenas", contó luego de ser felicitado en la ceremonia de certificación.
Ahora, el ex estudiante quiere volver a retomar sus estudios este año, ya que por buena conducta puede hacer salidas de la cárcel, aunque le quedan otros dos años de condena.
Patricio Arán, de 43 años, es otro de los beneficiados, el más adulto de ellos, tuvo una dura caída en las drogas, que lo llevó a tener tres años de condena. En la cárcel trabajó haciendo reparaciones y ahora es uno de los alumnos destacados de la certificación.
"La droga a mi me llevó a delinquir, perdí mi carrera de estudiar psicología, mi trabajo, mi familia. Luego de ser condenado a tres años, uno se siente sumido en el dolor, sin querer seguir, pero esta oportunidad la había leído en un libro, donde en Santiago habían hecho que presos salieran a trabajar a la calle. También lo vi en un reportaje en la tele, hice el comentario que sería bonito poder salir de la cárcel a trabajar, pero nunca me vi beneficiado, cuando me dieron el aviso de hacer un curso a la calle, fue bonito, porque a mí todavía me faltaban como 8 meses para cumplir la condena".
Arán contó que la relación en la cárcel entre los mismo internos es delicada, ya que no confían entre ellos, solo recién luego de ingresar a los talleres, pudo conocer la realidad de sus compañeros, "yo conozco a varios de estos niños, los veía arriba pero para mí eran unos internos más, que pasaban a mi lado, porque uno se pone antisocial, desconfía de la gente, pero trabajar juntos, aprendiendo a compartir y ahora somos más amigos, juntos logramos dejar de lado lo que vivimos y valorar mas lo que tenemos".
El programa cimientos continuará buscando beneficiados y hasta la fecha ha ayudado a 380 personas de todo el país.