Mario Narváez V.
Mediados de noviembre y en vista a cumplir el desafío de llegar hasta Nueva York a competir en la maratón del próximo año, Alonso Lecaros no la pensó dos veces y de la nada, dejó su auto estacionado en el estacionamiento de Playa Chinchorro y comenzó a correr por toda la costanera hasta el norte.
"Estaba tan motivado, que nadie me podía parar", cuenta.
Eso, hasta que más allá del humedal del Río Lluta, y ya algo exhausto, se acercó a dos personas para pedir agua, los que le respondieron con un acento nada que ver con el chileno. "Noté algo raro en el acento. Ahí me dí cuenta que sin querer, había traspasado la frontera de Arica a Tacna".
Acto seguido, el hombre llegó hasta una especie de caseta, donde comenzó todo. "Me trataron poco más que de espía. Les pedí disculpas, pero ya era tarde. Me dijeron que debían llevarme hasta la unidad policial y que me soltarían altiro. El problema es que nada fue así".
- ¿Qué pasó en la unidad?
- Primero me llevaron a constatar lesiones y después se contactaron con mi madre, que llegó, pero igualmente no me dejaron en libertad, porque no habían llegado unos papeles para porder devolverme a Chile. Ya cuando pude salir, fui hasta el consulado, pero la respuesta aún no estaba lista para extraditarme.
- En resumen, ¿cuántos días estuviste allá?
- Más de una semana. Fue tanto, que ya mi mamá se había devuelto y la plata se me había hecho poca. Así que me aburrí y por las negligencias en esa ciudad, decidí venirme a la mala, esquivando todos los pasos fronterizos.
- ¿Cuál es tu situación ahora?
- Aún no sé. Lo bueno es que llegué sano y salvo, sino capaz que hubiese muerto de hambre y frío.
- A todo esto, cuando corrías, ¿nunca te diste cuenta que habías traspasado la frontera?
- Pero si no hay señal alguna. Me gustaría tomarle una foto al lugar para que vean que no hay señalización alguna. Por lo mismo doy la cara, porque sé que cometí un error, pero que ese error fue netamente porque no hay demarcación alguna en el lugar.