Cités que esconden las miserias y necesidades de los olvidados
Eel famoso sector del Pueblo Hundido, alberga varios cités, que se remontan a los años 60, por ejemplo en calle Lastarria, entre Independencia y Blanco Encalada.
Uno de ellos alberga a unas 18 personas y en él el paso del tiempo se palpa una vez que se traspasa la puerta de entrada, tras la cual se aprecia que aún existen personas viviendo con lo básico: el techo para guarecerse del sol y la humedad, la cama para dormir y unos cuantos trastos, todos en unos ocho metros cuadrados, que son la realidad social que les tocó vivir.
En el cité viven adultos mayores, madres solteras, inmigrantes, jubilados y discapacitados, que deben buscar vivir el día a día con los pocos pesos que perciben.
Las habitaciones son pareadas y con baños compartidos.
NO SE PAGA
La diferencia con otros cités es que su administrador les cobra lo que ellos puedan pagar y que pueda solventar básicamente los gastos de agua y energía eléctrica, ya que "de otra manera estarían la mayoría viviendo de allegados o pernoctando simplemente en la calle", dijo Iván Rivera, quien cumple esa función.
Él mismo aseguró que sus moradores tratan de vivir como en familia, compartiendo sus angustias y malos momentos y tratando de mantener todo ordenado y limpio pues ahí viven y juegan varios menores de edad.
El único pasillo, de unos 50 metros, traspasa todo el cité y a los pocos pasos se puede observar a los inquilinos en sus habitaciones, algunas de las cuales se ubican en el segundo piso y donde es necesario contar con una escalera de madera, que se transforma en el único medio para alcanzar la anhelada y esquiva privacidad.
Rivera aseguró que, "esto es una forma de ayudar a estas personas. Aquí viven abuelitos y mujeres que realmente no tienen donde estar y que cuentan con escasos recursos. Aquí el único requisito es no provocar molestias y mantener todo limpio".
El casero dijo también que "yo les pido unos 30 mil o 40 mil pesos mensualmente. No es un negocio, es un lugar donde la gente puede vivir. Muchos cuentan con jubilaciones de gracia y con eso deben comer y tener para todo y no alcanza con la realidad que tenemos hoy".
Iván comentó que "incluso tengo a dos personas discapacitadas y ellos no tenían donde estar. También acepté a un inmigrante ecuatoriano ya que me percaté que dormía en un vehículo abandonado en plena vía pública del sector. Todos tenemos derecho a tener un techo donde cobijarnos".
INQUILINOS
Rolando Montenegro vive hace un año en este cité de Lastarria. "No tengo la situación económica para pagar algo más elevado. Aquí me cobran 20 o 30 luquitas. Para mí esto es una gran ayuda, ya que mi señora sufre de úlcera varicosa. Soy comerciante pero realmente está complicado pagar 100 mil o 200 mil pesos por una habitación más cómoda, ya que para arrendar una casa sencillamente no da".
Paula Briceño llegó desde Iquique hace unos 4 meses. "Llegué a vivir aquí por la misma situación de todos. Vivo con mi hijo de 8 años y la cosa no ha estado bien y aquí estamos. Felizmente en este lugar pago para luz y agua, por lo que agradezco la ayuda del administrador que nos permitió estar aquí".
ARIQUEÑO FORASTERO
"Soy ariqueño, pero vivo como forastero", resaltó Segundo Irrazábal, el que ha vivido como allegado gran parte de su vida. "No me siento chileno. He tratado de postular a una vivienda social, pero no calificó. Estoy en esa espera desde el 2005 y no tengo donde estar. En realidad nunca he tenido casa".
El caso de Olivia Díaz es precario. A sus 67 años resiste con una jubilación de gracia. Tiene problemas de salud y tampoco tiene donde estar. Es viuda y su único hijo "está en la cárcel", dijo.
"Pago lo poco y nada que tengo y vivo con la jubilación. Hace un año que estoy arrendando, que es poco en comparación con otros lugares. Vendo artesanías, pero no me alcanza. Al menos aquí cocino con un amigo y tengo donde estar", aseveró Olivia.
CON HIJOS Y TODO
Doris Cruz tiene 25 años y vive en el cité junto a sus dos hijos menores. Está separada y aunque aseguró que su ex la ayuda con la mantención de los hijos, la verdad es que debe luchar cada día, para dejarlos en el jardín y para tener el tiempo de trabajar.
"Antes viví en un dormitorio que era subarrendado y me sacaron. Y desde que me separé que trabajó de día para luego estar con los niños", aclaró.
También agregó que, "tenía la libreta para la vivienda, pero debí sacar el dinero y con lo que gano hoy me he hace difícil reunir ese monto nuevamente".
DESDE PAIPOTE
La historia de Rafael Flores y su esposa Nolbia Santibáñez es distinto, pero no menos dramático. Ellos a diferencia de las otras personas que viven en este cité de calle Lastarria, tenían casa y todo.
"Somos de Paipote pero luego del aluvión de marzo perdidos todo, nuestra casa, pertenencias y quedamos con lo puesto. Lo peor es que nos dijeron que volviéramos en unos 5 años, ya que nuestro terreno quedó sepultado por el lodo y hasta ahora no han hecho mucho", dijo Rafael Flores.
Por ahora agradece la acogida del administrador del cité del Pueblo Hundido.
"Estoy trabajando en la empresa Paisajismo, pero en realidad los arriendos son muy caros y no alcanza para vivir. Estoy agradecido de don Iván por dejarnos estar aquí", manifestó.
MÁS CITÉS
En el sector del Pueblo Hundido existen varios cités pero donde no fue posible ingresar por no encontrarse sus dueños. Sin embargo, existe un espacio abandonado en Blanco Encalada, a metros de Independencia, en el corazón de Pueblo Hundido, donde una anciana vive en plena calle, provista de una ruca armada con palos por inquilinos del sector. Su realidad es más precaria, pues vive sin agua, luz, cocina y, sumado, a que debe permanecer en una silla de ruedas por una afección a las piernas. La mujer de nombre María, dijo que, "no tengo donde estar. Vivo con lo que me ayudan y pido en la calle. Nunca he tenido casa y realmente estoy en una situación complicada y no tengo ayuda de nadie". J