El dolor tras la violencia
La muerte de dos universitarios a manos de un particular tras una marcha en Valparaíso hace sólo unas semanas, conmocionó al país. Los jóvenes participaban en la movilización en el contexto del tema educacional y que convocó tanto a estudiantes como a profesores.
Muchos lamentaron y condenaron la desproporcionada reacción de otro joven que los enfrentó debido a que su propiedad estaba siendo dañada con grafitis o rayados. Esta respuesta, disparando presuntamente sobre los manifestantes, es un llamado a meditar acerca de la sociedad violenta que estamos construyendo y de la facilidad con que las personas echan mano a las armas para resolver diferencias.
Es el momento de analizar con calma las proyecciones de este nuevo hecho, que nos pone a prueba como sociedad, y que no debe servir para exacerbar los ánimos, sino que al contrario, para sumirnos en una profunda meditación con el propósito de entregar aportes para que no se vuelvan a producir situaciones similares.
Hay que esperar y confiar en que las posiciones divergentes sean respetadas y que el derecho a manifestarse en forma pacífica y respetando los derechos de los demás sea aceptado y, a la vez, erradicar la tendencia de hacer justicia por su propia mano, como ya se está haciendo cada vez más frecuente.
Cabe preguntarse una vez más cuál es la sociedad que estamos construyendo, ya que la violencia siempre genera más violencia.
Es difícil saber si señales como la desconfianza, se relacionan con la violencia; es complejo saber si el enojo se vincula con las inequidades, pero sí puede sostenerse que respuestas desmedidas y recurrir a la violencia no puede ser aceptable.
Por aquellos días fue triste leer los comentarios relacionados a la muerte de los estudiantes. Efectivamente muchos justificaron la respuesta del agresor, afirmando que la ciudadanía está cansada del descontrol con que muchas veces terminan las marchas y movilizaciones.
¿Qué nos está pasando?