No se nos había devuelto, andaba en Cerro Blanco
En medio de las botllas de vino Pintatani, dulcísimas mermeladas, tradicionales sopaipillas y frutas propias de la zona, aparece un producto desconocido a base de membrillo.
Solo los ariqueños reconocieron al moreno de pequeña estatura que sostiene la bandeja y amablemente ofrece el dulce a los inquietos turistas que llegaron a la vendimia de Codpa.
Con la alegría de quien ve a un ser querido, varios saludan a Rudolph Metayer. (Dejémoslo en Rudy, para no complicarnos). Rudy, con su aire pacifista, les comenta que hace ocho meses dejó de Arica y se instaló en Cerro Blanco, de acuerdo con los anhelos de se esposa, Mila Bulic.
Por una publicación del diario en 2008 (me imagino) ustedes ya saben que son una pareja de estado unidenses que emprendieron una pequeña empresa de cupcakes en Arica. Ella los preparaba y él alternaba la comercialización puerta a puerta de los queques con su trabajo como entrenador físico personal.
Con el pasar de los años, los pastelitos se hicieron reconocidos en Arica, sobre todo en el centro y en las oficinas de los servicios públicos. Sus queques de manzana habían conquistado el gusto de los ariqueños.
De repente, un día "el negro de los queques" (ustedes saben que le dicen así de cariño) desapareció y la mayoría de sus clientes no volvieron a saber de él.
Pero al contrario de lo que pudimos haber pensado, no se había devuelto a su país natal, potencia mundial, sino que vive en un caserío en la comuna de Camarones.
Dos paseos a Cerro Blanco le bastaron a Mila para tomar la decisión. "Mi esposa dice quería vivir acá. Yo decía 'es distinto', voy a tratar porque la vida es experiencia. Yo dije 'bueno'" nos contó Rudy, con un español agringado. Por eso, después de vivir ocho años en Arica, viajaron al pequeño paraíso terrenal.
una historia de amor
Mila y Rudy están juntos hace 14 años, pese a que son dos contraposiciones: ella es rubia, alta, robusta; él, moreno, pequeño, atlético; Mila es ingeniera de sistemas y Rudy entrenador físico.
Como entrenador personal lo conoció ella hace década y media. Mila lo contrató porque sus condiciones físicas no eran muy buenas, resultado de una vida laboral como ingeniera en Standard and Poor's.
Un tiempo después decidieron transitar el camino de la vida juntos. Y, lejos de pensar que eso ya fuera bastante transgresión, salieron de Nueva York.
Ella dejó cuatro hijos, ochos nietos, padres, hermanos. Él, por seguirle el anhelo de conocer Los Andes, la siguió, casi, casi, hasta el fin del continente. También dejó padres y hermanos. Hijos no, porque él mismo es su bebé y no quiere que sea de otra manera.
Escogieron (o escogió ella) vivir en Arica. Aquí se sustentaron con el producto que les dejaba la comercialización de los queques. "Pero Arica ahora es demasiado grande. Yo quiero retornar a mis raíces de granjero", dice Mila, satisfecha por contar que tiene ahora dos corderos, una chiva, gallinas, gansos, conejos...
para siempre en el cerro
Cerro Blanco es un oasis en medio del desierto. Un valle productivo, como la "tierra prometida" de la Biblia, donde se produce leche (de cabra) y miel (tunas y membrillos sobre todo). Un caserío donde hay más animalitos que personas, entre ellas este par de norteamericanos, cuidando los caballos de la dueña de la propiedad. "Ella está viejita y no puede. A cambio nosotros vivir en su chacra".
Mila contó, además, que en agosto, o septiembre, comprarán un pequeño terreno y construirá una casa. Luego emprenderá su negocio de productos naturales con leche de cabra como jabón y champú.
Todos los planes a futuro apuntan a quedarse en el lugar. "Yo quiero vivir aquí para el resto de mi vida" escuchamos decir a Mila.
Y todas las condiciones, parece que están dadas. Rudy por el momento no hace nada. Pero contó que con la alcaldía de Camarones tienen un proyecto "Para mí de entrenamiento de la gente y, para ella, una cosa de turistas".
- Oh, yes. J