Inmigrantes colombianos en Arica: luchando contra los estereotipos
Un día "llegó una señora. Su mesa solo tenía mantel. Por eso renegó. La habían ensuciado los clientes que se acababan de ir. Le dije que se cambiara a una que tuviera vidrio".
-¿De dónde es usted?, preguntó la señora.
-De Colombia, contestó el garzón.
-Entonces, no me conteste, dijo.
-¿Por qué? ¿Porque soy colombiano? No, señora.
Rubén Peláez llegó hace 3 años y medio a Arica. Es de tez blanca, como son los del Quindío, zona cafetera por excelencia de Colombia. Se vino con su esposa, sin hijos, a probar suerte.
La migración colombiana empezó a surgir en Chile hace poco más de una década. Sin embargo, se ha incrementado en los últimos cinco años, notándose, además de Santiago, Iquique y Antofagasta, en la ciudad de Arica.
Esta migración ha tenido dos detonantes. Las personas hace diez años se desplazaron por la violencia. En los últimos años, lo hacen por un asunto económico, sustentado en las probabilidades de empleo y la valorización de la moneda en un 3,9% más que el peso colombiano.
Chile queda muy lejos
Ha habido unas tres oleadas de violencia en Colombia. La primera va desde 1950 hasta 1960; de la que surgen los grupos guerrilleros. En el 70 aparece el narcotráfico y en la disputa del negocio, se desata la segunda ola de violencia, entre el 80 y el 90, cuando varios capos fueron encarcelados o dados de baja, como Pablo Escobar.
En Chile, el Régimen Militar impulsó la emigración de los nacionales a la vez que impidió el desarrollo de un fenómeno inmigratorio. Solo a su fin, en Chile tendría efecto la tercera ola de violencia en Colombia, dado que empezaría a ser albergue de refugiados víctimas de esa guerra.
La última fase del conflicto interno en Colombia, fue legitimada por la presidencia de la República, en cabeza de Álvaro Uribe, con el lema de "Seguridad democrática". Se trataba de acabar con la guerrilla a como diera lugar. La inclusión de los grupos paramilitares hizo parte de esa política de exterminio, en la que además de guerrilleros murieron civiles, los mal llamados "falsos positivos".
A principios de la década del dos mil, estudiantes, sindicalistas, simpatizantes de izquierda, pero sobre todo habitantes de las zonas rurales, fueron víctimas de ese modelo, lo que impulsó a varios campesinos a salir y dejar casa, finca, negocio. Arrancar solo con sus familias, hasta donde los ahorros los pudieran llevar. Unos se fueron a las principales ciudades del país, otros, atravesaron la frontera lo más lejos posible.
"Con mi esposo vimos en el mapa. Chile estaba pintado todo de blanco. Yo pensé que aquí era todo hielo. Le dije a él '¡vámonos! Chile queda muy lejos. Nadie nos va a encontrar allá'".
Ana Murcia había salido de su finca, en el Caquetá, sur de Colombia, porque los grupos armados ilegales requirieron sus hijos mayores, para enfilarlos en las líneas de la guerra. Nadie se podía negar y seguir viviendo tranquilo. Por eso viajó con su familia, 12 en total.
Aunque encontró el apoyo en Arica de grupos religiosos que instalaron a toda la familia en una casa de acogida y ubicaron a los niños en el colegio, se encontró algunas veces con vecinos que le preguntaron que si venía a robar o a qué. "No, señora. Yo vengo a trabajar".
Por años trabajó haciendo aseos, al tiempo que luchaba por legalizar los papeles. "Tuve que esperar 5 años, porque aquí, por lo menos en Arica, hace once años no se sabía cómo se hacía".
Ana María agradece a Dios por lo bien que le ha ido. Pero ella sabe que hay compatriotas suyos a los que no les ha ido muy bien "por ser negritos".
Afrocolombianidad
Según el DANE, Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia, el 10,62% de la población colombiana, son afrodescendientes. Con asentación predominante en las zonas costeras Atlántico y Pacífico.
También en Colombia la etnia afro sufre discriminación, "pero uno está en su tierra, bajo su bandera", dice Armando Arrechea.
-Buenas noches.
-¿Te conozco o qué, negro?
-Qué pena, es que en mi país se saluda a todo el mundo.
-No estamos en tu país, negro.
"A uno no le dicen directamente que es por ser negro, pero uno nota el trato. Es diferente". Armando llegó a Chile hace 8 años. En 2007 Colombia todavía estaba bajo el yugo de la "Seguridad democrática", y Buenaventura, su ciudad natal, ha sido históricamente una de las más abandonadas por el Estado y más golpeada por la guerra.
Cansado de tener la muerte al cuello, no por amenaza directa sino porque era frecuente que las mañanas fueran interrumpidas por las balaceras, abandonó Buenaventura.
Entró a Chile por El Paso Chungará sin ninguna objeción. "Tuve suerte. Porque hay hermanos que aunque tengan todos los papeles los devuelven, o mínimo los dejan meses esperando en la frontera".
"Acá hay mucha emigración afrocolombiana. Y este es un país que tiene una gota de racismo. Las otras razas lo ven a uno y le preguntan ¿qué haces acá? ¿Qué viniste a hacer a mi país? y nosotros no tenemos la culpa. Que se quejen con la oligarquía española, que hace muchos años trajeron a nuestros ancestros brutalmente y los dejaron acá.
Según datos aportados por el Servicio Jesuita de Migrantes, una institución promovida por la congregación Compañía de Jesús, cuya misión es la intervención con migrantes y la población receptora, en un año se realizan 110 amonestaciones, 190 multas y 93 expulsiones de migrantes colombianos. "Es una alta cantidad tomando en cuenta que este colectivo es numéricamente inferior a los colectivos peruano y boliviano en la Región. Además, los colombianos también congregan un alto porcentaje de solicitudes de cruce fronterizo rechazados en los pasos oficiales", dice el informe.
"Sí hay una marginación, pero con cierto cargo hacia la raza negra. Porque viene gente de Medellín, de Bogotá, de Palmira y ahí sí "siga mijo, pa' lante", dice Armando. Dicen que porque somos violentos. Pero es que nos encuentran violentos porque chocan con el temperamento. El boliviano y el peruano tienen el mismo trato pero es que ellos son sumisos. En cambio a mí me dicen A y yo digo E".
El trato que la sociedad le dé a un país en particular tiene que ver con los estereotipos, que es una construcción colectiva alimentada en gran medida por los medios masivos de comunicación. Para el director de SJM, Leandro Antonio Cortés, en esa línea, la comunidad chilena mira en menos al peruano y al boliviano, son pobres o menos que nosotros. El colombiano es delincuente. Y si vamos a ver la mayoría de mujeres y hombres colombianos que llegan a Chile, vienen a trabajar.
Según datos aportados por la organización jesuita, de los más de dos millones de personas que se movilizan a nivel mundial, solo el 1.4% se desplaza hacia Latinoamérica, mientras un 14.9% migra hacia Norteamérica. Y aunque la migración en Chile haya aumentado considerablemente después del Régimen Militar, solo llega a fluctuar entre un 2 y un 3 por ciento, siendo Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador los países de origen de los migrantes.
"Yo llegué por la violencia. No como mis hermanos, que pensaron que Chile era como el sueño americano, que se sacudía el árbol y caía la plata. Se equivocaron. Chile no es el paraíso que pensaban", se lamenta Armando.
Por monedas
En 2013 una reforma al proceso de ingreso y de la atención al extranjero, abrió el espectro de migrantes en Chile. Para ese momento algunos sectores de la economía habían presentado un déficit de mano de obra. Así es como a Colombia y a otros países de la región llegan los rumores de posibilidades de empleo con sueldos bien remunerados.
Pero si bien Chile representa uno de los focos de estabilidad económica y democrática en la región, las condiciones laborales no son tan complacientes, mucho menos en una ciudad como Arica.
Hugo Escobar llegó hace un año de Buenaventura. Es guardia de los locales del centro de Arica. Dice que "la fama que nos hemos ganado los colombianos es porque las noticias dicen mucho. No se pueden juzgar a todos por unos cuantos. Pero por las acciones de unos pocos nos cierran las puertas a muchos".
Ante ello el director del SJM expone que "la migración no sustenta ni siquiera un 2% de la delincuencia en Chile. La mayoría de los delincuentes siguen siendo chileno, eso es definitivo. Son solo estereotipos creados para poder justificar una oposición a la migración".
Otro discurso de resistencia es que el migrantes llegan a quitarle el empleo a los nacionales. "En Santiago se come tomates, porotos verdes, berenjenas, gracias a ellos. Porque un 85% de la gente que produce en el Valle son migrantes. Porque el chileno no quiere trabajar en Azapa, ellos sí, en la peores condiciones".
Para Cortés, todos son mitos que hacen parte del rechazo al migrante. "Pero eso se entiende porque nosotros no somos un país migratorio y al no tener idea de cómo se hace, cometemos las violencias más grandes. Pero para eso estamos trabajando", termina el director de la misión de jesuitas. J