Ordenanzas Municipales: ¿Por qué la falta de compromiso ciudadano?
No toda la población sabe que las municipalidades tienen dentro de sus tareas la protección de la salud y del medio ambiente, la educación y la cultura, la capacitación y la promoción del empleo, la urbanización, el transporte y tránsito público, el turismo, el deporte y la recreación, entre otras, y para ejecutar tales labores se le ha dotado de una serie de funciones como las de ejecutar el plan de desarrollo comunal, elaborar y aprobar el presupuesto municipal, aplicar tributos y dictar resoluciones obligatorias de carácter general y particular.
Estas resoluciones que adoptan las municipalidades se denominan ordenanzas, reglamentos municipales, decretos alcaldicios o instrucciones, según su alcance y materia, y nos interesa detenernos en las ordenanzas, que son normas generales y obligatorias, las que una vez publicadas son aplicables y exigibles a toda la comunidad y en las que pueden establecerse sanciones para quienes no las observen o incumplan.
hasta 5 utm
Los montos máximos por sanción no pueden superar las cinco unidades tributarias mensuales -cercanas a los $215.125- las que serán aplicadas por los juzgados de policía local, previa detección de la infracción correspondiente por funcionarios municipales fiscalizadores o por la autoridad policial respectiva.
menos respetadas
Tal facultad de reglamentar ciertas materias queda en nada si es que los llamados a cumplir esas normas, que somos toda la comunidad, no las respetamos o hacemos caso omiso de su existencia y obligatoriedad, como ocurre, por ejemplo, con la Ordenanza Municipal N° 2 de 09 de septiembre de 2014, sobre la protección y conservación del sector de "La Puntilla de Chinchorro" como hábitat de las reconocidas tortugas marinas, la que entró en vigencia en la misma fecha de publicación en la página web de la municipalidad, y que en la actualidad se incumple por quienes visitan el sector, amenazando el propio entorno que sirve de protección a ésta y otras especies, al invadir con sus vehículos las arenas y terrenos de playa y dunas costeras. Igual prohibición pesa sobre los visitantes de no botar basura en el mismo sector o encender fogatas, acampar y cualquier otra actividad que afecte a estas especies protegidas.
No nos sorprendamos si Inspectores Municipales, o la Autoridad Marítima, o la Policía de Investigaciones, o Carabineros de Chile, nos conmina a abandonar el lugar por estar infringiendo las normas de la Ordenanza y nos cursa la correspondiente multa, porque no hemos sabido respetar el hábitat de las tortugas marinas y su medio ambiente.
Algo semejante sucede con la Ordenanza Municipal N°2344, de 16 de abril de 2012, que prohíbe la práctica, exhibiciones o demostraciones de habilidades o destrezas mediante el uso de vehículos de tracción humana, como skates, patines, bicicletas y otros semejantes, en plazas, parques y paseos peatonales, porque fuera de colaborar con la destrucción de los pavimentos, adornos y flora, en general, se transforman en una molestia para quienes concurren a dichos lugares o transitan por ellos, con el consiguiente peligro.
Es cuestión de visitar la Plaza Colón y el Parque Vicuña Mackenna para evidenciar esta realidad. Este último caso es, por decir lo menos, entendible, ya que en la ciudad son decenas los jóvenes que practican deportes extremos y que aún no poseen un recinto especialmente habilitado para ejercer tales disciplinas.
resistencia a la norma
Para el sociólogo Pablo Robledo "dada la gran variedad de ordenanzas y las múltiples maneras en que la ciudadanía hace caso omiso a estas disposiciones, es difícil poder hablar de manera precisa sobre las causas del desfase que existe entre las costumbres de la gente y las regulaciones municipales".
Robledo explicó que "en el caso de lo que sucede en 'La Puntilla' de Chinchorro, donde se pretende proteger el hábitat de las tortugas marinas allí presentes, existe una ritualización en el uso de ciertos lugares que a veces resultan intransables para quienes los utilizan tanto para recrearse como para construir un fragmento de su propia identidad, lo que hace sumamente difícil poder generar una conciencia colectiva que se traduzca en que las personas dejen de ir al balneario".
Por su parte, Guillermo Villar, quien también se dedica profesionalmente al estudio de los fenómenos colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos, reveló que sobre la costumbre de los jóvenes en emplear las plazas públicas para hacer deporte "por lo general responde a nuevas formas de culturas urbanas contemporáneas en un mismo espacio físico. Si bien se pueden tomar multas a quienes no respeten estas ordenanzas, esto no detendrá a los ciudadanos a que dejen de ocupar estos espacios, debido a que existe un gran número de generaciones que los ha ocupado con total libertad, por lo que la resistencia inconsciente o consiente de los grupos sociales se hace cada vez en mayor número para evitar o evadir la multa." J