El viernes 29 de agosto el Liceo A-1 amaneció tomado por un grupo de estudiantes que exigían dar curso a la remodelación del establecimiento; cuyos fondos habían sido conseguidos por la Municipalidad de Arica en el año 2012. Aunque fue una acción irregular e inconsulta con la comunidad de estudiantes, esta movilización logró rápidamente traspasar el proyecto desde la ineficiente Municipalidad de Arica hacia el Ministerio de Obras Públicas.
Tras conseguir este objetivo los alumnos hicieron entrega del establecimiento el 8 de septiembre, pero no para reiniciar las clases, sino para efectuar una 'jornada de reflexión' dirigida por ellos y con escasa participación de directivos y profesores. Con una nula oportunidad de oposición de los alumnos que querían reiniciar las clases, la votación fue favorable a la toma y el jueves 11 de septiembre nuevamente el Liceo es ocupado. Los motivos de esta nueva etapa de la movilización son inconducente o inciertos: piden la renuncia del director del DAEM y agilizar los tiempos de diseño y licitación de un proyecto de gran envergadura.
Hasta este martes 23 se han perdido 13 días de clases y aún las autoridades, tanto del establecimiento como de la Municipalidad, no han logrado revertir la situación a favor de los estudiantes y apoderados que quieren continuar con el año escolar. Ni siquiera han organizado reuniones con los apoderados para informar de las gestiones que se hacen para volver a la normalidad. Pareciera que un grupo de alumnos controlan por completo el devenir de la institución y que sus demandas a estas alturas siguen siendo justas y alcanzables.
Las autoridades no se hacen cargo de las pérdidas irremediables tanto en cobertura curricular, beneficios de alumnos vulnerables (almuerzo y desayuno), y de matrículas de este año y del próximo que se perderán. En un año crucial para los cambios en educación pública, donde los docentes exigen participación, resulta paradójico que en este conflicto algunos profesores estén cruzados de manos.
Álvaro Romero Guevara