La ciencia encendió la alarma entre los fanáticos de la pornografía: el Instituto Max Planck de Berlín, en un estudio muy serio que se publicó en JAMA Psychiatry, concluyó que ver mucho porno puede ser devastador. La conclusión textual es terrible: 'El porno puede encoger el cerebro', dijeron los alemanes. Y de inmediato se inició un debate profundo.
Los alemanes analizaron a 64 adictos a este género. Y descubrieron, entre tantas cosas dramáticas, que aquellos que destinaban un exceso de tiempo a ver mujeres desnudas, o más bien, a mujeres fornicando desnudas, en suma, todo ese montón de personas 'tendían a tener un cuerpo estriado'. No hablamos de estrías femeninas, ni de piel de naranja. La referencia apunta a una zona del cerebro relacionada con el placer y los denominados circuitos de recompensa. Esa parte se les encoge a los fieles de la pornografía.
Esta conclusión enfureció a los adictos. Los fanáticos de este arte saltaron con rabia. Una encuesta casera, ejecutada a toda velocidad, arrojó respuestas radicales.
'¡Es una estupidez! ¿Acaso ver el acto más natural del mundo te hace un retardado? ¿Qué tiene ver un coito por la tele? ¿Qué?', gritó Camilo.
Hubo otros más mesurados: 'Cualquier adicción afecta', sentenció Leonardo. 'Hay que ver el porno de forma esporádica, ojalá a escondidas', sugirió Mariano.
Por fortuna, para todos los cultores de la pornografía, un especialista en cerebros puso la tranquilidad. 'Cuando una estructura cambia de tamaño, no significa que no funcione o que esté atrofiada', aclaró el neurobiólogo español José Antonio Esteban García.
Simplemente el cerebro se especializa en una función. Profundiza en un área. No requiere de más. Le basta sólo con unas pechugas. J