Durante décadas los ariqueños han manifestado un profundo descontento con el nivel de desarrollo alcanzado en la región, sobre todo luego de la desaparición de la tan recordada Junta de Adelanto, organismo que operó entre 1958 y 1976 con un robusto plan que permitió la construcción del puerto, universidades, del Estadio Carlos Dittborn, el Casino Municipal, plazas, terminales, entre otras importantes obras públicas que hasta el día de hoy prestan servicio y enorgullecen a la ciudadanía.

Aquel descontento ha generado un discurso transversal que exige una mayor atención del gobierno central, sobre todo ante la necesidad de contar con una infraestructura que permita dotar a la región de herramientas que fortalezcan la calidad de vida de sus habitantes.

Es evidente que Arica y Parinacota requiere de obras que incrementen el desarrollo. Pero para que eso sea posible, también es necesario el trabajo y el compromiso de toda la comunidad, sobre todo de las instituciones que tienen a cargo el destino y la administración de la zona.

Llama profundamente la atención que mientras el discurso considera aquellas demandas como fundamentales para permitir el crecimiento, se acuse escasez de proyectos presentados por los organismos ejecutores, especialmente aquellos ligados al quehacer municipal.

En ese sentido, es lamentable lo ocurrido con la Escuela República de Argentina y con la Piscina Olímpica, entidades que por diversos motivos continuarán a la espera de una necesaria y urgente remodelación.

El presupuesto regional para 2014 bordea los 24 mil millones de pesos y es uno de los más acotados del país. Pese a esto y producto de las situaciones expuestas, parece razonable pensar que no se trata sólo de exigir más dinero al nivel central, sino que parece indispensable que los organismos públicos muestren más diligencia y capacidad de ejecución respecto a lo ya asignado.

Las excusas pueden ser válidas y muchas, sin embargo, se trata de situaciones impresentable ante una comunidad que implora desarrollo.