Libertad y libertinaje
Los tiempos han cambiado y al parecer ya no tan solo la opinión del político es importante, ya no se refleja la confianza de antes; hoy la opinión del ciudadano común se ha ganado un lugar preponderante en la comunidad. Si no se le quiere escuchar, queda la voz de la calle. Las marchas de multitudes redoblan como campanas de catedrales en los oídos de la sociedad. Las autoridades en estos días están marcando su agenda en base a los petitorios de la calle enardecida.
Estoy de acuerdo en que el pueblo debe tener voz y que el gobierno de turno y los políticos deben escucharle; pero no puedo dejar de pensar que las ideas populares para convertirlas en leyes deberían ser de todas maneras consensuadas por todos los sectores representativos del alma nacional para que no sean solo el eco de gritos enfervorizados de muchedumbres ansiosas con variadas demandas de satisfacción social, para que no sean imposiciones ideológicas de sectores con mayoría circunstancial, porque luego, lo que seguramente vendrá de la siguiente mayoría circunstancial, será el borrón de lo que obligadamente se le exigió aceptar, lo que constituirá un retroceso.
Hay una ligera diferencia entre libertad y libertinaje y si nos descuidamos tendemos a confundirlas; de hecho, las confundimos constantemente; pero estamos hablando del futuro de nuestra nación, por ello la sensatez, los juicios armónicos y los acuerdos entre ciudadanos representantes sumidos en un espíritu de Servicio, están llamados en todo momento y en estas situaciones significativas, a proteger el Bien Común.
Los tiempos que estamos viviendo proclaman intenciones de cambios y los que vendrán traerán en consecuencias, encuentros y desencuentros que apagarán y avivarán llamas de pretensiones ideológicas. Sólo queda esperar que el amor patrio y el deseo ferviente de servir a los demás para alcanzar un país más próspero y feliz, sea más fuerte que los intereses personales o partidistas, que sin dudas, tenemos derecho a tener.
Por tanto, si vamos a tener una reforma, que sea eso, una reforma que reforme en bien de todos sin excepción y no una reposición que imponga en bien de un sector y en desmedro de otro. Por esto es sumamente fundamental el diálogo y el consenso nacional. Justamente los grandes ausentes.
Arturo Yévenes Acuña