Las regiones del norte han estado en el plano noticioso muchas veces por los cuantiosos decomisos de drogas, como un pasadizo hacia las ciudades o zonas con mayor densidad poblacional, pero también por situaciones que evidencian un alto consumo local.

El consumo de estas drogas y el abuso de las bebidas alcohólicas se ha transformando en un fenómeno que afecta gravemente el desempeño ocupacional y también impacta negativamente en el ámbito social. Es causa de marginación, deterioro físico y social, tanto de las personas que consumen, como de sus familias y comunidades. Las causas son múltiples y van desde condiciones biológicas a sociales.

La literatura mundial muestra que las causas y consecuencias pueden ser similares en diversos países, sin embargo, las estrategias para enfrentar el problema son tan particulares como cada comunidad que las impulsa

Las metas de la Estrategia Nacional de Drogas y Alcohol 2011-2014 presentadas por el Gobierno, parecen atractivas desde el punto de vista de desarrollo social. Sin embargo, la drogodependencia, sin desconocer que es un problema estadísticamente significativo, es un fenómeno que requiere una visión cualitativa.

De ahí que resulte fundamental que se tome en cuenta la participación ciudadana en la delimitación del problema y en su abordaje integral, no sólo con medidas de control y tratamiento, sino que con acento en la prevención y la acción coordinada entre estos diferentes niveles, como se ha visto.

Más allá de la importante labor que desarrollan las policías, es prioritario que se trabaje en los establecimientos educacionales, en los lugares de trabajo y de convivencia comunitaria, toda vez que se requiere de estrategias que permitan prevenir el consumo en todos los niveles, sobre todo en aquellos que se enfocan en la infancia.

Por ello es importante que se implementen herramientas dinámicas y modernas, que hagan de la prevención una alternativa que motive a los grupos de interés.