Chileno Amador Águila recuerda los días cuando fue un protagonista de la cruenta revolución en Nicaragua
Amador Águila salió de Chile en 1974, y fiel a sus ideales libertarios decidió luchar contra la dictadura de Somoza.
l Roberto Cadagán D.
Amador Águila se consideraba un idealista por sus convicciones en el Chile de inicios de los años 70.
Confió en el gobierno de Salvador Allende pues estimaba que por fin, alguien interpretaba sus ideas de gobierno para los trabajadores.
Reconoce eso sí que "no lo supieron cuidar" y la historia terminó como todos sabemos. Con Allende suicidado al interior de La Moneda y con una junta militar en el gobierno.
Amador fue detenido, experiencia que ya había sufrido su padre, el a estas alturas mítico dirigente Onofre Águila. Conoció la dureza de los días en Tejas Verdes, fue enviado a la cárcel de San Antonio y condenado a 841 días de reclusión.
Desilusionado de lo que estaba pasando en el país, encontró que partiendo al extranjero podría sanar todas las heridas. Emigró a Estados Unidos, se afincó en la ciudad de San José, en California. Pero sus ideas de una u otra manera lo encontrarían y lo volverían a poner en la encrucijada.
Seguir lo que siempre había creído y partir a Nicaragua era una opción; regresar a Chile y luchar por la recuperación de la democracia por la vía de la fuerza era otro camino.
"A mí me capturaron el 27 de septiembre de 1973, a mi papá lo habían detenido antes. Me acuerdo aún de quienes llegaron a buscarme, incluso con algunos de ellos había hecho el servicio militar", cuenta.
-No, sólo por el hecho de haber sido militante del Movimiento de Estudiantes Revolucionarios de San Antonio, tenía 19 años. Estuve en el campo de prisioneros número 2 de Tejas Verdes. Pasé por una serie de apremios físicos. Me condenaron a 841 días de los cuales cumplí 541. Salí con libertad condicional y en esos trámites a través de la Vicaría de la Solidaridad y de la Acnur, me dieron la posibilidad de irme a Estados Unidos en 1976.
-Mi papá tenía una maleta chiquitita. Alcancé a echar tres pares de calcetines y dos calzoncillos. Con eso me fui. En San José, California nos recibió el padre David Moriarti. Me encontré con una serie de refugiados de Chile. Estuve un tiempo y creamos junto a otras personas, un comité de refugiados en San Francisco. Allí conocía varios nicaragüenses. Pensaba regresar a Chile, pero las posibilidades se veían muy lejanas. Tenía ideas de luchar por la liberación, pero no había una situación concreta de cómo hacerlo, ni con qué. Además existía un mal ambiente respecto de Chile
-Había un ambiente de desconfianza, uno no sabía quién era quien y entonces, era mejor no meterse en dificultades. Trabajé en un medio escrito de línea sandinista. Había una situación muy compleja en Nicaragua, estaba la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza. Así nos fuimos interiorizando de esa realidad y uno se sentía comprometido a tratar de ayudar de alguna manera.
-No, de cierta manera sentía que alguien debía hacer algo, porque ese país estaba siendo sometido por la fuerza. Con violaciones a los derechos humanos. Muchos de mis compañeros nicaragüenses comenzaron a irse en 1977 a su país. De pronto me encontré con que en el periódico donde trabajamos no quedaba ninguno. Pregunté qué pasaba y me informaron lo que sucedía. Entonces, dije: yo también voy, e iniciamos todo el trabajo logístico y desparecimos.
Ese proceso fue largo. El sanantonino Amador Águila entró en la clandestinidad. Con una nueva identidad y tras un periplo por Panamá y Costa Rica, ingresó a territorio de Nicaragua con la convicción de unirse a la guerrilla y luchar por lo que él en ese instante, consideraba que era justo.
"En el aeropuerto literalmente me salté la baranda y me dirigí hacia una casa de seguridad previamente acordada. Estuve unos días y me llevaron a la zona donde estaban los compañeros", recuerda Águila y sus ojos se llenan de emoción.
Ya en medio del territorio del convulsionado país, aprendió la técnica del trabajo guerrillero. Recordó el manejo de armas que había tenido en el servicio militar realizado en Chile y tomó su fusil FAL como fiel compañero.
Eso no fue todo, aprendió además técnicas de manejo de explosivos, de armas cortas, de trampas, entre otros. "En 1977 mis compañeros participaron en el asalto al palacio nacional, que fue casi el inicio del proceso de liberación de Nicaragua. Estuve en el Frente Norte y luego en el Frente Sur. En esa área -en septiembre de 1978- se libraron batallas contra la renombrada Guardia Nacional en ciudades como Matagalpa, Estelí, Managua, Masaya donde murieron muchos compañeros, pero de todos modos se siguió organizando la ofensiva", relata.
-Cuando hubo un acuerdo general en mayo o junio de 1979, después del combate de El Naranjo, ya se había conformado el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSNL) como un ejército convencional. Así nos enfrentamos con el ejército de Somoza, ya no como una guerrilla. Entonces, la situación se puso complicada.
-Sí, éramos atacados por tierra y aire, además de lanchas que patrullaban constantemente en los dos lagos principales de Nicaragua, el Granada y el Xolotlán. La fuerza de la Guardia Nacional tenía lanchas armadas. Hubo enfrentamientos tremendos, con muertos debido a la acción de la artillería.
-En ese momento en el Frente Sur se vieron muchos chilenos que llegaron a combatir como internacionalistas; es decir, en grupos con personas de otras nacionalidades. Algunos venían desde Cuba donde habían recibido instrucción militar.
-No mucho. Yo a esas alturas me consideraba un nicaragüense más. No hacía distinciones de si eras chileno o no. Estaba la idea de ayudar a Nicaragua y había que estar ahí.
Águila se especializó como explosivista en infantería. Empuñó las armas en defensa de sus ideales y para "liberar al país de la dictadura de Somoza".
"Fue un periodo muy cruento en ese país. Somoza había sido alumno de la Escuela de las Américas, estuvo en Estados Unidos donde se graduó de escuelas militares. Así es que imagínate cómo actuaban en las torturas, empleó todas las técnicas que los gringos utilizaban en Vietnam. Incluso hacían desaparecer familias completas al lanzarlas desde aviones", relata.
-Terrible. A uno le cuentan como es, pero no es lo mismo que vivirlo. Yo tenía al comienzo una subametralladora UZI de fabricación israelí y la utilicé en los combates. Hay que considerar que al comienzo las personas que se integraron a las guerrillas, no tenían conocimientos militares, todo era medio artesanal. De a poco fuimos aprendiendo y enseñando a los demás. Hubo muchos jóvenes hombres y mujeres que entraron a la guerra porque no tenían otra opción. De lo contrario, te tomaba la Guardia Nacional y te hacía combatir obligado.
-Siempre está presente. Nadie puede decir que no sintió temor, porque uno se enfrenta a personas. No es lo mismo disparar al tiro al blanco y decir que tiene buena puntería. Cuando uno tiene en la mira a otra persona, eso sí que es difícil.
-No, pero sí una carga distinta. Uno piensa después que es él o yo. Uno se acostumbra porque en cualquier momento te puede tocar a ti.
-En cierta medida sí, pero no es algo especial. Creo que hice lo que cualquier persona hubiera hecho.
En 1979 la revolución sandinista derrotó las fuerzas de Anastasio Somoza y se instaló en el poder.
Muchos de los jóvenes que se habían convertido en soldados debieron enfrentar la vida con otros ojos. "A varios de ellos se les envió a estudiar, ya que hacía mucha falta tener gente con estudios en Nicaragua. Este era un país muy pobre, bueno, lo sigue siendo, pero que constantemente es azotado por la naturaleza ya sea huracanes o volcanes. Entonces el gobierno inició, en 1980, una amplia campaña de alfabetización en que la que también colaboramos", relata el sanantonino.
Pero no sólo la naturaleza golpeaba al país. Después del triunfo de la revolución, comenzó la presión de otros países para sabotear la economía y bloquear a Nicaragua. "Eso afectó mucho, quemaban el ganado, los cafetales, las plantaciones de algodón. Fue un periodo muy negro que a la larga no resultó", dijo.
Con el paso de los años Nicaragua se recuperó. Amador Águila dejó el país de regreso a Estados Unidos. En su mente y corazón siempre estaba Chile, pero no volvió hasta que se retomó la democracia en 1989.
"Era difícil retornar. Tenía mi vida hecha en Tampa, Florida, de modo que sólo vine a ver a mis padres. De hecho, ahora viajé porque mi papá cumplía 100 años. Esa era una ocasión especial", relata.
-Uhh, no lo sé, sinceramente no lo sé. J