Leyendas del Mundial del 82 recuerdan a los alemanes: "Nos dio susto"
Dos titulares del equipo que enfrentó a los teutones en España repasan un partido que todavía duele. Apuntan eso sí a que hoy la cosa es más pareja.
Siempre se dijo que en 1982 los chilenos le tuvieron miedo a esos alemanes. Fue el último partido jugado entre ambos países, ahí en pleno Mundial de España. El resultado fue una goleada germana con tres goles de Rummenige, el símbolo de la virilidad aria, y varios errores de Osbén, el emblema del titubeo nacional. Un 4-1 lapidario que selló el final de una selección que, como siempre, había generado esperanzas.
En los noventa Bonvallet, frente a un micrófono, abrió la herida: "Eran los tremendos guailones. Teníamos pánico antes de salir a la cancha". Y treinta y dos años después de ese partido, Miguel Ángel Gamboa, titular esa tarde (Caszely quedó en la banca: el penal perdido ante Austria le apagó la confianza), lo reconoce con hombría: "Teníamos susto".
Gamboa recuerda que, alistados para salir a la cancha, miró de reojo a los alemanes y les vio ira en los ojos. Estaban los unos al lado de los otros, once chilenos y once máquinas alemanas. Y ahí también vio, a centímetros de su cuerpo, a Hans Peter Briegel, un criminal de pelo rubio, dar un brinco salvaje. Todos los alemanes empezaron a dar brincos aullando consignas en alemán. Gamboa, notando que el piso se movía, empezó a sudar helado, de hecho tenía un poco de frío. Se fijó un instante en Briegel y dedujo que le llegaba a la cintura. Entonces pensó internamente: "Cagamos".
Apenas empezó el partido los alemanes, fuera de sí, empezaron a meter la pierna. "Cuando trancaban", recuerda con un hilo de voz el ex delantero, "arrasaban con todo: hombre, pelota, cabeza, lo que fuera".
Era una potencia nunca vista por un chileno, afirma. Otro tipo de mente, dice, irradiaban superioridad. Y a veces Gamboa se pegaba un pique relativamente entusiasta hacia la línea de fondo y percibía que un búfalo germano lo perseguía chillando. "Eran unas moles. Cada tipo pesaba 85 kilos, pero bien repartido", rememora con nervios.
"Yo no tenía miedo, amigo", opina Mario Soto, que esa tarde jugó con la 10. Soto, a la distancia, minimiza a los alemanes: "Saa, no eran ni tan grandes. Si Chile igual tenía lo suyo". Soto dice que en el primer tiempo los tenían dominados. Si bien Chile no pasó la mitad de cancha, señala, era todo un plan: los chilenos tenían todo bajo control. Era cosa de tiempo. Quizás se podían cansar.
- Puta, en el segundo tiempo se fueron con todo.
Lo que rescata Soto de ese partido es lo siguiente: "Al menos quedamos vivos".
Ambos, Gamboa y Soto, concuerdan que hoy la cosa es distinta. Esos toros alemanes ya no asustan porque los chilenos se han internacionalizado. Anuncian, curiosamente, un partido peleado.
Creen que ese complejo de inferioridad que tuvieron en 1982, es cosa antigua. Y piensan que, cuando se recuerde el partido de hoy, todos dirán que esos chilenos del 2014 al menos nunca tuvieron miedo. J