El ángel guardián que cuida la liga "El Morro"
Doña Paola Valdés lleva más de 20 años a cargo de la cancha y los equipos de la liga ariqueña
La "Tía Paola" sale tranquilamente de su casa, a menos de 5 metros de la cancha de pasto sintético que tiene por patio. Cancha que, por supuesto, conoce como la palma de su mano. Y con una exactitud que ya quisiera cualquier jugador.
Sabe perfectamente lo que es un corner, puede decir quienes dan buenos pases y, con un ojo entrenado durante años, afirma con total seguridad que las mujeres juegan fútbol con más pasión, a pesar de que hace muy poco tiempo que tiene la oportunidad de verlas en la cancha.
"Al principio no me gustaba cuando llegué, porque lo encontraba muy solo y me daba un poco de miedo que fuera así. Pero después me empecé a acostumbrar y me terminó gustando", comenta.
En la cancha, en tanto, un amistoso está en su segundo tiempo. Cada tanto, Paola desvía la mirada para saber cómo están jugando. Cuando se trata de fútbol, 20 años al lado de una cancha cambian algunas cosas.
"A veces miro los partidos desde la casa y mis hijos también los miran. Pero también vamos a las gradas a ver cómo están jugando. Estoy despierta hasta que terminan de jugar, porque cuando se van empieza mi turno", relata.
En esta oportunidad, el último partido comenzará pasadas las 11 de la noche. Será una jornada con mucho deporte.
Esta temporada es fuerte. Son 4 los partidos que se jugaron ayer, además de los amistosos. Paola espera pacientemente a que terminen, para comenzar la labor de limpieza y mantención del recinto.
"Más que nada lo que dejan son botellas plásticas, porque no pueden tomar otra cosa. Los jóvenes se portan muy bien ahora, más que antes, porque eran medio desordenados", dice, contenta de que los jugadores le hagan el trabajo un poco más fácil.
Paola piensa que, desde que se pusieron más estrictos con la disciplina en el estadio, todos son mucho más tranquilos. Dice que no tiene problemas para que cumplan las reglas.
Paola, conocida por todos los del medio, también sabe poner la mano dura. Nada de ocupar la cancha ni las graderías para un "tercer tiempo", esos que acompañan a tantos partidos amistosos.
Pues no, porque la liga "El Morro" tiene una regla muy clara, que Paola se encarga de hacer cumplir.
"La gente juega y se va, para que yo pueda empezar el turno. La cancha no se presta para eventos particulares, así que los hacen en otro lado. Pero acá se mantiene todo ordenado", asegura la cuidadora.
Su gran aliada en esta cruzada es la prohibición de tomar bebidas alcohólicas en la cancha, que orgullosamente muestra con pasto sintético desde hace algún tiempo.
"Antes era una de tierra, pero ahora ese espacio ya casi no se ocupa", explica. Los fierros señalan el lugar donde estaban los arcos, pero también el desuso.
Sin embargo, el gran terreno permanece limpio y totalmente dispuesto para recibir a los más de 30 equipos que utilizan la cancha, entre los adultos y los de niños.
"Ahora, hace poco, se formó un equipo de mujeres. Yo antes no lo había visto, pero las mujeres juegan muy bien. Hasta se puede decir que son más 'amachadas' o jugadas que los hombres, porque defienden la pelota con ganas, son más jugadas, porque le ponen mucha fuerza", cuenta Paola.
A pesar de que, a fuerza de costumbre, Paola se convirtió en una fanática del deporte rey, admite que no lo juega. Aunque sí se ha convertido en una conocedora del arte del balompié. Colocolina, dice, desde que nació, tiene en sus días la compañía de sus hijos, dos de los cuales también están ligados al deporte.
"Mi hija Olga va a salir de profesora de educación física y a mi hijo Pablo le gusta mucho jugar fútbol. Es ingeniero y me siento muy feliz, porque gracias al esfuerzo pudieron estudiar y son profesionales", cuenta, orgullosa.
Su tercera hija, Marisol, le salió mala para el deporte. Sin embargo, Paola cree que el agradecimiento por la cancha de fútbol en la que crecieron es algo que no se olvida.
Después de todo, no todos los niños tienen la fortuna de crecer con un patio tan equipado para sus juegos. El sueño de muchos, para sus tres retoños fue una realidad.
También para Pity, su mascota. Un can fiel que, hace ya un tiempo, llegó al recinto deportivo y decidió quedarse. Bien educado por su dueña, el perro no entra a la cancha, aunque corretea alegremente al ritmo del partido.
Al principio, Paola poco disfrutaba de la dinámica del fútbol. Pero, finalmente, luego de años de ver partidos a tan pocos metros de la casa, escuchar los gritos de gol y de ver cómo se puede dejar la vida en un partido, Paola aprendió a disfrutarlo. Llegó a tanto su entusiasmo, que actualmente es la orgullosa delegada del club "Estanislao Cerda" y guarda con reverencia la camiseta de su equipo.
"A veces me piden que guarde el equipo completo y los tengo en mi casa. Se llena de cosas, con las poleras, las canilleras y todo lo necesario.
Esa es también parte de sus funciones como celadora, pues sucede que a veces algún jugador despistado olvida parte de su indumentaria.
"Con buena voluntad se arreglan las cosas, así que les paso lo que haga falta. De pronto se les olvida una polera o algo así, y yo se los entrego para que puedan jugar sin problemas. En ese sentido me gusta ayudar", dice.
Por eso, también, en más de una oportunidad ha servido tecitos y algo para dar energía a los jugadores, algo que todos los deportistas agradecen profundamente.
En las más de dos décadas que Paola lleva a cargo de la cancha de la liga "El Morro", ha visto pasar a muchos jugadores. Por eso les guarda un cariño especial. Después de todo, quien atraviese las puertas del recinto se topará con ella, ya sea poniendo orden o, simplemente, disfrutando del partido.
"Hay veces que uno conoce a niños cuando están en las escuelas de la liga, los sábados y los domingos. Los dejo de ver un tiempo y después apenas los reconozco, porque están enormes", cuenta divertida.
Y no son pocos los que ha visto pasar desde las ligas infantiles a los equipos adultos. Tampoco faltan los que ella misma ha visto mejorar en la cancha, al alero de entrenadores que los apoyan.
Paola sabe que, de no ser por su trabajo en la cancha, se hubiera perdido de muchas experiencias.
Pero quiso el destino que, por medio de las coincidencias, esta ama de casa tomara el rumbo deportivo.
"Mi esposo venía a la cancha y ahí conoció al caballero que cuidaba antes. Cuando él se fue, dijo que nos viniéramos. Nos quedamos acá y las cosas se fueron dando. Los 20 años no han pasado en vano", reflexiona.
De esta manera, de partido en partido, de gol en gol y, a veces, con jugadas en contra, Paola vive el juego de su vida. Por su patio han pasado técnicos, entrenadores, jugadores, hinchas y aficionados.
Paola aprendió a ver la belleza de un gol y a sufrir con un partido. Por eso le cuesta comprender por qué algunas féminas se resisten al fútbol.
"No sé por qué a las mujeres no les gusta mirar fútbol. Aunque ahora ya lo ven más y hasta lo vienen a jugar. Eso es bueno", expresa.
Y qué mejor ejemplo del acercamiento de las mujeres con el fútbol que ella misma, quien se ha convertido en parte esencial de la liga que, por más de veinte años, la tiene como titular en todos sus equipos, aunque no tome el balón. J