El "Yeyé Güigüí" y su cruzada por hacer del estacionamiento todo un arte contemporáneo
José Luis Almendra lleva más de 15 años haciendo de las suyas mientras estaciona automóviles.
No es fácil encontrar quieto, ni por un segundo, a José Luis.
Inquieto, rayando en lo hiperkinético, se pasea constantemente por la calle Codpa, frente a la panadería H&H. Con un chaleco reflectante verde y un gorro, no deja de realizar una curiosa danza, mientras indica a los automovilistas dónde ubicarse.
Estacionadores de autos en Arica ciertamente existen muchos. Pero problablemente pocos se preocupan tanto de la seguridad de sus automovilistas y peatones.
"Lo que pasa es que yo no quiero que le pase nada malo a nadie", cuenta el "Yeyé" acelerado.
Es tanta su preocupación que, además de dirigir a los autos, también se asegura de que los peatones crucen sin peligro. No duda en detener autos y acompañar a los peatones a cruzar la calle.
Con un vozarrón que ya se quisiera cualquiera, advierte cualquier obstáculo en el camino. El panorama musical se completa con las constantes bocinas a su alrededor. Son los alegres saludos que le envían los automovilistas.
"Acá me conocen todos. Dicen que el que no conoce al Yeyé Güigüí no conoce Arica", se ufana.
Claro que no siempre fue el Yeyé. la historia del apodo de estos últimos años le saca inmediatamente una sonrisa.
"Una vez vinieron a comprar a la panadería unas personas de Estados Unidos, creo. La cosa es que yo les decía "Yes, yes", para que se estacionaran. Y también "Oui, oui", como los franceses, porque no estaba seguro. Y de ahí empecé a decirles a todos así. Y me quedó el apodo", relata.
Hombre con muchas historias para contar, revela que esta no siempre fue su identidad. Fue el "Hormiga Atómica" y el "Pitufo", además de ser llamado por su apellido: Almendra.
"Yo vengo del sur, la octava región, en un pueblito que se llama Quilleco, cerca de Los Ángeles, el Salto del Laja y Yumbel. Allá está lleno de almendras, cerezas y todo tipo de fruta. Lo que usted quiera está allí", cuenta.
Yeyé explica que ha hecho de todo. Desde cargar sacos a la espalda hasta construir barcos. Una vida marcada por el trabajo.
"Yo soy chico, pero cuando trabajé en el Agro, me echaba dos sacos al hombro, sin carretilla ni nada. Y pasaba corriendo". comenta.
De eso, hace muchos años. Exactamente cuando el lugar que hoy utiliza el supermercado Líder, en Diego Portales, era una pequeña feria, a la que los vecinos acudían a abastecerse. Es decir, una buena cantidad de años.
Pero, a la larga, tanto acarrear sacos le trajo problemas. A veces le duelen los brazos y la espalda. Pero no deja que nada lo desmotive en su cruzada por mantener seguro su lugar de trabajo.
José Luis, a pesar de su alegría, guarda también una tristeza. La muerte de su padre, cuando era pequeño, lo marcó definitivamente.
"A veces me acuerdo de eso y me da pena, porque él se murió frente a mí. Eso me marcó mucho. Y desde que eso pasó, ya nunca me pude olvidar de una cara. No importa si veo a alguien una vez en la vida, jamás me voy a olvidar de esa persona", señala.
La partida de su padre también significó que debía trabajar para sustentar la casa, aún cuando era apenas un niño.
"Pero igual me preocupo mucho de los otros, que estén bien. Por eso no dejo que se acerquen bandidos por estos lados. Cuido mucho, sobre todo, a las señoras y los niños. No quiero que pasen por cosas malas, como las que yo pasé", afirma.
Sin embargo, toma su vida con filosofía. A pesar de todo, se siente contento con su trabajo, y sabe que el cariño que recibe de peatones y choferes es fruto de su alegría.
"Trato de darles un buen día. No sólo de que el auto les quede bien estacionado. Por eso les abro la puerta si vienen cargados, y les aviso cuando vienen bicicletas. Ahora la gente es un poco más descuidada para manejar. Por eso hay que tener más cuidado", advierte.
Su día comienza muy temprano, porque a las 6 de la mañana ya quiere estar en la panadería.
"Yo me quedo acá hasta que se acabe el pan y ya todos se hayan ido. Me gusta estar acá, ver a la gente y ayudarla", comenta.
Su singular forma de trabajar obedece, además de su energía, a su gusto por el baile.
"Yo bailo de todo. Así se me van ocurriendo pasos. Aparte, me muevo mucho para que me puedan ver. Pero hasta ahora no me han atropellado", dice contento.
Divertido, se niega a decir su edad. "Basta con decir que tengo muchos años...montones de años", se ríe.
Pero mientras los años pasen y los autos se estacionen, el Yeyé Güigüí estará allí. Bailando y cuidando de la querida gente de su barrio. J