Mi fracaso personal con "La Rojita"
Escribo desde el dolor que significa un fracaso, o no haber cumplido con los objetivos. Lo hago por haber sido responsable de ciertas decisiones que no permitieron logros en mi carácter de presidente de la Asociación Nacional de Fútbol.
Lo digo, pues, me es imposible eludir la responsabilidad, evidente a todas luces, que me cabe en la designación de los cuerpos técnicos de las selecciones menores en mi período a cargo del fútbol chileno (me refiero a las selecciones masculinas, pues en el femenino, la historia fue distinta).
Cuando elegimos creí haberlo hecho bien. Los resultados dijeron otra cosa.
Y no lo digo porque quienes hayan dirigido las selecciones sub 20 y sub 17, desde agosto de 2007 a diciembre del 2010, hayan sido malos entrenadores ni profesionales limitados.
Hago el análisis desde el punto de vista de la estructura del trabajo.
A comienzos de la década de los 90, se instauró un sistema para las selecciones menores. Se juntaban de lunes a miércoles a entrenar. Después volvían a los clubes.
En un análisis global, no se puede decir que haya sido eficiente: desde 1990, van 26 procesos eliminatorios (14 sub 20 y 12 sub 17) usando esta fórmula, y hemos clasificado a cinco mundiales sub 20 y a 2 sub 17.
Durante mi período, no se innovó en el aspecto de preparación y tengo entendido que ahora sigue igual.
Ahí creo que se encuentra la raíz del problema. Cambiaron los tiempos. Evolucionaron los métodos de trabajo. Se profesionalizaron las series menores de los clubes. Y no hicimos las adaptaciones necesarias.
A mi juicio, debiera venir un gran cambio en la estructura de trabajo de las selecciones menores. Propongo: juntarse una vez al mes, de lunes a jueves. Entrenar y practicar para terminar con un partido de exigencia internacional.
A ello sumar dos giras internacionales, por año. Planificar para unos 14 partidos en el año.
El resto, que trabajen en sus clubes. Y que el seleccionador nacional de la categoría vaya a presenciar los entrenamientos y que ahí vea el rendimiento de cada jugador y comparta sus impresiones con el cuerpo técnico del club.
Creo que ahí se produciría una mejor evaluación de los jugadores. En lo físico, técnico y táctico. Pero, también, en lo que es fundamental en la alta competencia: en lo emocional.
Los jugadores, en su hábitat natural, se mostrarán tal como son.
No como en la selección, donde llegan de invitados, hasta que, al dar la lista final, se sienten como en casa y recién ahí -muchas veces- el técnico descubre su real personalidad.
El otro gran cambio deber ser el nombramiento del técnico. Y no si debe ser de Primera División o de las series juveniles. No radica ahí el tema.
Lo que tengo claro es que debe ser alguien con vasta experiencia y que olvide la actitud paternalista y protectora que hoy parece dominar.
Por el contrario, es el rigor y la disciplina a todo evento lo que nos permite crecer. No son las justificaciones las que nos ayudan a creer; son las enseñanzas desde un nivel superior, las que nos invitan a mejorar.
Lo digo con conocimiento de causa.
A Chile le fue mal en mi período (salvedad con la Sub-20 de Canadá, pero ahí entramos en la parte final del proyecto) con las menores.
Debí haberme dado cuenta antes de que los tiempos ameritaban cambios.
No lo hice. Ahora lo veo con claridad y por ello es que me atrevo a compartirlo.